Esta shoegazera está totalmente en contra de los festivales de música. Los odio. Suelen ser lejos, a trasmano, incómodos, en épocas donde hace mucho calor y con mil bandas en simultáneo que hace que no las puedas disfrutar.
Sabía que el Buena Vibra no iba a ser diferente, lo sabía. Ahora, ¿por qué fui? Aparte de porque evidentemente me odio, porque esa noche prometía ser la vuelta de una de las bandas más importantes de mi adolescencia: Illya Kuryaki.
De antemano sabía que salvo Juana Molina, Marttein y alguna cosa más, no me interesaba ninguna banda. El Zar me aburre a sobremanera, no puedo distinguir más de dos canciones de Indios, Bandalos Chinos me da ganas de pegarme un tiro en cada oído y Marilina Bertoldi no me interpela.
Junté fuerzas y me mentalicé con que todo valía la pena por la vuelta de Illya Kuryaki. Y no solo eso, la vuelta de IKV el mismo año que Chaco (1995), uno de los mejores discos de la música nacional, cumple 30 años.
¿Saben por qué no está bueno tener expectativas? Porque te decepcionás. Pero esa noche guardé todas mis expectativas en la cartera y me entregué a la experiencia sabiendo que nada podía ser tan terrible. El precio a pagar por pasarla como el orto era escuchar esas canciones que me volaron el cerebro cuando era chica (te leo mi cuento, te entierro mi morsa fue mi subnick de msn más tiempo del que me gustaría admitir).
No hace falta hablar de Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta en la actualidad, todos sabemos lo que son. Los respeto mil. Siempre hicieron lo que quisieron. Admiro que Dante tenga 50 años y siga diciendo BRO cada dos palabras como si fuera un adolescente y admiro que Emmanuel haga esa cosa popera extraña para minitas y que no le importe nada.
Cuando arrancaron a tocar a las doce y media de la noche y sonaron de fondo los acordes de “Expedición Al Klama Hama” por un segundo me emocioné.
La droga había hecho su efecto y todo el sufrimiento del resto de la noche llegaba a su fin. Cerré los ojos y me entregué 100% a la experiencia, pero obvio la realidad me escupió en la cara. ¿Qué pasó? El micrófono de Dante (O de Emmanuel, no me acuerdo bien) no andaba.
Bueno, ok, se arregla, no pasa nada. Cortaron todo y empezaron de vuelta. Listo, genial, ahora todos felices, dale, dame lo que necesito (que no es mucho).
No pasaron ni cuatro minutos hasta que esta hater se volvió a decepcionar cuando la segunda canción fue una de ese disco de mierda que sacaron en 2012, Chances, y más todavía después de eso cuando empezó a sonar ese error de la mátrix llamado “Ula Ula”. En ese momento, respiré profundo:
Bueno, es un festival lleno de treintañeros palermitanos, está bien, algo para la gilada, fue el último disco que sacaron, no puedo ser tan hater, queda bocha de recital, ya va a venir.
Recién ahí sonó “Chaco”. Temón, increíble. Ellos suenan muy bien, tienen una banda magnífica y estiraban las canciones con un par de solos muy funkys que aunque soy una shoegazera darks, puedo apreciar a la perfección. La quinta canción fue Jaguar House así que por un microsegundo dije qué lindo que es tener expectativas.
Pero duró poco. Lo que siguió fue tristeza e indignación que voy a resumir porque sino no termino más de vomitar odio: de 16 canciones que tiene Chaco, solo tocaron 4. Me indigna que a nadie le indigne, todavía no lo puedo creer. Me partió al medio que la gente agitara más con “Ula Ula” que con “Coolo” o “Latin Geisha”. Cuando apareció la foto de Spinetta (padre, Luis Alberto) en la pantalla después de que suene “Águila Amarilla” casi me corto las venas con una lata de cerveza vacía que estaba tirada en el pasto.
El motivo de mi indignación es que Ilya Kuryaki fue una de las bandas que cambiaron mi forma de escuchar música. Eran bizarros, distintos, metían soul, rock y hip hop, hacían chistes en sus letras, tenían los mejores videos. Los personajes de las canciones eran fascinantes (Juan Enema, el muchacho monitor, cabezón de primavera me hacía estallar de la risa) y tienen las baladas más hermosas; sigo llorando escuchando “Abismo” casi 30 años después.
¿Cómo vas a desperdiciar la oportunidad única de un regreso el mismo año que uno de los discos más importantes de la industria argentina en su 30 aniversario?
Después lo entendí y le di la razón al pibito de Winona Riders (que se dedicó a tirar hate del Buena Vibra porque los pusieron en el mismo horario que IKV) y cito textual: “Nos pusieron en el mismo horario de Illya por capricho porque se enojaron por no haber avisado que tocábamos en Obras en mayo porque ‘le quita ventas al festival’ cuando hasta les conviene…. y también por no haber avisado lo de la Rolling Stone. El público de Winona no va a pagar 90 lucas para vernos tocar 30 minutos en un festi con olor a flat white y lleno de gente que le da miedo cruzar avenida córdoba. Igualmente no es algo que no haya pasado antes”
Al igual que el pibito de Winona Riders, no me avergüenzo de ser una hater hija de puta; odio a todo el mundo. El público de los festivales es horrible: gente que no sabe ver música en vivo, que charla a los gritos, personas vestidas de forma exagerada (puse tantas veces los ojos en blanco cada vez que veía a una chica con vestido de lentejuelas que creo que me quedé ciega) y el no poder comprar ni una cerveza porque además de que es carísimo, las filas te sacan la poca energía vital que te queda después de sufrir todo lo anterior.
Me reí la primera vez cuando leí lo de “festival con olor a flat white” pero les di la razón cuando vi que vendían el latte a 9 lucas y media. Winona Riders 1 – Shoegazera 0.