El regreso de Illya Kuryaki and the Valderramas

octubre 11, 2011

Dos esperpentos se sacuden como dos posesos frente a las cámaras de un canal de aire que exhibe sus relucientes tres pelotas tricolores. Son épocas de privatizaciones y destape económico. Carlos Saúl inicia su primer mandato presidencial y el país experimenta un efecto de consumismo voraz; una suerte de Miami en Sudamérica. La relumbrante televisión por cable nos regala algo llamado MTV, un canal que transmite 24 hs. diarias videos musicales de todo tipo y género, indiscriminadamente. Esos dos mamarrachos que tiran pasitos en EL programa adolescente del momento bien podrían cuajar en ese Universo Technicolor que escupe imágenes de manera psicotrópica. Pero no, no son gringos, brasileros, o ingleses. Son Made in Argentina, pero suponen ser de otro planeta, de una galaxia equidistante en donde se confeccionan los beats y las rimas más dementes que jamás se habían oído hasta ese entonces. Se hacen llamar Illya Kuryaki and the Valderramas, y ellos, sin saberlo, iban a protagonizar la revolución musical más febril que supo gozar la década del noventa.   


«Tienen catorce y dieciséis años. Se cantan todo, se bailan todo», introduce una Cris Morena ataviada como marinerita en su producto televisivo que destilaba olor adolescente: Jugate Conmigo. Emma y Dante aún no eran llamados por su nombre de pila y tenían que sobrellevar ese difícil estigma que es la portación de apellidos ilustres y nacionales (Martí para el primero, y, bueno, Spinetta para el segundo). Con eso y con todo, su propuesta no era nada convencional en momentos en que el grunge trataba de apoderarse del mundo y el rap aquí apenas era una mueca absurda observada con bastante sorna (pregúntenle a Jazzy Mel sino). Fabrico Cuero y Es Tuya Juan hoy ya tienen dos décadas ambas. El tiempo quiso que no miremos atrás con rencor, sino más bien, todo lo contrario. Su desfachatez apremió a la emergente escena local que bramaba por un nuevo cambio. Los Brujos, Babasónicos, Tía Newton y Martes Menta, por caso, transitaban otro camino, pero la finalidad del mismo estaba allanada por la curiosidad del público que estaba ávido de acontecimientos reveladores. Todos ellos contribuyeron, en mayor o menor medida, y cimentaron el futuro bajo una nueva premisa: «El Nuevo Rock Argentino».

Con Horno Para Calentar los Mares (1993), la ambición trasladó al dúo a un proyecto más áspero y directo. Como el Check Your Head de los Beastie BoysIKV recurrió a un sonido más crudo y de banda orgánica ¿El resultado? Desparejo, y lo que prevaleció de aquella placa únicamente fue No Way José, otro tema de neta factura rap rock.

Pero la conquista estaba a la vuelta de la esquina; era cuestión de esperar nomas. Porque el material estaba, los argumentos y las intenciones también. Entonces llegó 1995, y junto a él, el mejor disco de la década: Chaco.

«Chaco es un resumen de lo que nos pasó musical y socialmente en los últimos tiempos. El disco propone una nueva mente en la que no haya lugar para las discriminaciones ni la opresión», manifestaba Dante Spinetta por aquel entonces. Con Abarajame a la cabeza, Chaco fue el disco más logrado y ecléctico del binomio. Hip-hop, funk, bossa nova, folk pop. Un exhaustivo ejercicio de influencias puestos al oído de toda una nación que instantáneamente se rindió a sus pies. Los elogios por parte de la prensa no tardaron en llegarles. Todo un universo se les abrió y ellos supieron estar a la altura de los acontecimientos. Con Versus y Leche, más un MTV Unplugged en el medio (Ninja Mental), destilaron más refinamiento de funk mutante y bailable; menos afilados quizá, pero más encaminados hacia otros horizontes, o quizá uno solo: el definitivo.

Pasaron veinte años. Diez de ellos en movimiento, los otros diez restantes en un impasse que siempre tuvo sabor a reanudación. Cada uno en su elemento, a sus anchas. Separados o indomables. El 2011 los encontró unidos, no dominados. Borrando una década de silencio y amplificándola  como el big comeback que tanto se esperaba y ansiaba. Ayer antojo, hoy verdad. Los IKV están de vuelta. Un túnel dorado nos bautizará.

.

.