Monstruos en la Copa

junio 12, 2014

La eliminación de un Mundial puede desatar la furia de la masa, dispuesta a halagar y vilipendiar en partes iguales: del «dale campeón» al «pongan huevo amargos» en noventa minutos.

Cuarenta millones de técnicos cada vez que se juega un Mundial. Se dijo mil veces, es cierto, pero parece difícil encontrar alguna frase que explique mejor el comportamiento de los argentinos en estos casos. El resultado en la Copa define, además, si son cuarenta millones de puteadores o cuarenta millones de adulones: o terminamos todos juntos en el Obelisco con los gorritos de arlequín o buscamos algún traidor, algún responsable del fracaso, y lo crucificamos.

nota

El sentimiento patriótico exacerbado por los medios desde la previa, la mayoría de las veces irracional, resabio de una épica germinada por Eldiego, suele mostrar la otra cara luego de una derrota. Que este se peleó con el otro, que por qué no llamó al que no llamó, que estos pibes no sienten la camiseta… Todos unos mercenarios.

Argentina tiene dos grandes fracasos en Copas del Mundo, sin contar la no clasificación a México ´70. La primera es Suecia ´58 y la segunda, más fresquita, Corea y Japón 2002.»¨En el medio estuvieron las buenas, las de Kempes y Maradona, pero no vamos a hablar de eso ahora sino del escarnio público consecuencia de una despedida tempranera. Y no porque se trate de una crítica a la Selección, sino más bien a los monstruos que crecen alrededor de ella.

«Vendepatrias» fue lo más amistoso que les gritaron a los jugadores argentinos cuando volvieron del Desastre de Suecia. Así se llamó, bastante tétrico: el Desastre de Suecia. Y como la jodita de tirar cosas no es nueva, la recepción en el aeropuerto de Ezeiza fue a los monedazos. «Ni que fuéramos criminales de guerra», protestó Angelito Labruna, El Feo, que además de feo tenía bastante chapa como para andar bancándose ese tipo de reclamos.

Lo cierto es que todos -futbolistas, técnico e hinchas- habían llegado al primer partido con la certeza de que se comerían crudos a los rivales y la cosa fue bastante distinta: tres puntos en tres partidos y una paliza de 6-1 ante Checoslovaquia. «El mito de que somos los mejores del mundo afortunadamente ha caducado», sentenció Panzeri en su columna de El Gráfico sobre el verso que la misma prensa había creado alrededor de Argentina.

Corea y Japón 2002, el Mundial de los Tamagochis, fue otra pesadilla. Una vez más, como en el ´58, el plan era ganar todos los partidos por goleada: «¡Somos una máquina, papáh! ¿no viste las Eliminatorias?». Tres jugados, cuatro puntos, derrota contra Inglaterra y un gestito que condensó toda la bronca: la mano abierta de Verón, con la palma para abajo, pidiendo calma a veinte minutos de la catástrofe. «¡Miralo a ese hijo de puta yendo para atrás! ¡No quiere quedar mal con los ingleses!». La Brujita, que era el emblema de aquel equipo, fue también el emblema del fracaso. Y desde entonces, en cada cancha que pisó, le cantaron eso de «el que no salta es un inglés».

Es cierto, en otros países quedar afuera de un Mundial puede costar mucho más caro. El colombiano Andrés Escobar, por ejemplo, pagó con su vida la eliminación de Estados Unidos ´94. En Medellín las cosas no estaban como para andar metiéndose goles en contra, y mucho menos con la plata del narco metida en las apuestas.

También está Corea del Norte, La Corea Mala, que ultrajó a su plantel luego de despedirse sin puntos de Sudáfrica 2010, algo que, a decir verdad, era bastante previsible. Fue cuando el otrora Líder Supremo de la Revolución, Kim Jong-Il, obligó a los jugadores a resistir seis horas de pie en una plaza pública ante una lluvia de los insultos. Y esas cosas pasan, eh. Lo vi en una película de Stallone, ¿o era una de Van Damme?