Primera premisa de la autopsia: todo disco tiene un alma, un corazón y un cuerpo. En este caso, el cuerpo, lo que da sostén a toda esta creación, son las capas de sintetizadores y teclados que dan textura y fuerza a los diversos temas del disco. Sin volver a utilizar los recursos que habÃa empleado en NIN, dejando a las guitarras en un lugar más bien secundario, este entramado sonoro encontrara en la voz de Maandig un nuevo complemento. Ya desde el primer tema, The Wake Up, la voz de Maandig dará color y contraste a las bases sintetizadas de Reznor, casi como el ritmo de un corazón que va desplegando sus tintes rojos por todo el entramado de cables y electricidad.
Segunda premisa de la autopsia: el alma del disco no aparece a la primera escucha, hay que ganársela. Después de unas cuantas escuchas, empiezan a aparecer pequeños vestigios de ella. La memoria elige dos o tres momentos y los reproduce involuntariamente. Puede ser que sea el momento que entra la voz en Ice Age, haciendo juego con la instrumentación industrial/folk y con la lÃnea de bajo. O tal vez puede que sea los arreglos de voces de How Long? y Strings and Attractors. Las preferencias y gustos de cada uno definirán involuntariamente los temas que quedaran en la memoria.
Tercer y última premisa de la autopsia: el monstruo está vivo. La electricidad se contagia y recorre nuestro cuerpo, golpeando en nuestro pecho, mientras la voz de Maandig, de a momentos etérea y dulce, y de a momentos impregnándose de fuerza, nos transporta y seduce. Buena combinación para un disco, que a pesar de que la mayorÃa de los temas ya habÃan sido editados a través de EPs, mantiene una atmósfera potente e interesante.
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DEGUSTACIÓN
HOW TO DESTROY ANGELS: ‘Ice Age’
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