ARTISTA DESTACADO: Neon Indian

octubre 12, 2011

Más vale arrepentirse de lo hecho y no de lo que se dejó de hacer, dice el dicho, y Alan Palomo suscribe. Sólo que a él la jugada le terminó saliendo mejor de lo que esperaba. Hace sólo dos años, él y su chica, la artista plástica Alicia Stardetta, arreglaron para encontrarse durante las vacaciones en San Antonio para pasar una tarde de ácido. Él había soñado exactamente eso tiempo atrás y cuando se lo contó, ella dijo: «¿Querés que lo hagamos?» Finalmente el encuentro no se produjo, Palomo se sintió mal por ello, y un mes más tarde compuso Should Have Taken Acid With You (Tendría que haber tomado ácido contigo), inspirándose en la música que ambos estaban escuchando en ese momento. Le mandó la canción, y ella, sin dudarlo, respondió: «Wow, acá hay algo». Impulsado por su buena reacción, Palomo siguió componiendo bajo los mismos conceptos (es decir, la falta de ellos) y trabajando vía mail con Stardetta, que abordaba el proyecto desde lo visual. Más adelante, enviaron dos tracks al portal Gorilla Vs. Bear (I should… y 6699 (I don’t know if you know)) describiéndose como «un chico y una chica que hacen música por correspondencia, uno en Austin y otra en Brooklyn». El resto está haciendo historia.

Además de ser la musa inicial del proyecto, y de encargarse del artwork del primer disco, Psychic Chasms, Alicia Stardetta es la responsable del nombre Neon Indian. Es que hace unos años, cuando Alan Palomo estaba dando sus primeros pasos en la música a nivel profesional con Ghosthustler, ella le dijo: «Bueno, si vos vas a tener un proyecto llamado Ghosthustler yo voy a tener uno llamado Neon Indian. ¿Qué te parece?». Ella no escribe música ni toca instrumentos, pero abrió se una cuenta en MySpace y, durante años, Neon Indian fue eso: una banda que no existía. Qué mejor que llamar así a un proyecto completamente descontextualizado, que había nacido de forma tan arbitraria y alrededor del cual no había puestas ningún tipo de expectativas. Neon Indian sería, entonces, el alter-ego que le permitiría a Alan Palomo salirse de todos los cánones y experimentar, sin presiones por encajar en algún estilo o pegarse una etiqueta. Tan es así que después de escuchar «“entre otras»“ su música, el periodismo tuvo que inventar nuevos rótulos para poder hablar de ella. Así, el acta de nacimiento del chillwave (o glo-fi o hypnagogic pop) lleva estampado el nombre Neon Indian, aunque Alan Palomo no la firma.

Pero primero lo primero. Por si su nombre no es lo suficientemente elocuente, Alan Palomo es mexicano, nacido en Monterrey en 1988. Cuando tenía cinco años, su familia se mudó a Austin, Texas, donde se crió y vivió hasta hace poco, que se mudó a Nueva York. Pasó la niñez rodeado de instrumentos ya que su padre, Jorge, es músico, y tuvo sus minutos de fama allá por los ’80 como cantante melódico-romántico. Si bien éste estuvo lejos de ser el camino elegido por el hijo («mi punto de partida siempre fue querer hacer sonidos extraños»), papá Palomo es una influencia musical que aquel reconoce, y de hecho, como Neon Indian, ha sampleado parte de su material. ¿Suena raro? No lo es.

Una de las características del movimiento chillwave «“características que los periodistas especializados fueron detectando en distintos músicos y agruparon bajo una corriente»“ es que sus representantes veinteañeros lo que hacen es reinterpretar la música de los ’80 desde una mirada contemporánea. Independientemente de todos los reparos que pueda suscitar esta afirmación (después de todo, ¿no estamos todos todo el tiempo reinterpretando el pasado y poniéndolo en juego en el presente? ¿No somos todos producto de nuestra historia?), lo cierto es que, necesariamente, la música de los ’70 y ’80 influenció a estos artistas, y eso por una cuestión generacional. Dejando de lado los casos particulares de otros exponentes del sub-género como  Washed Out, Toro y Moi y, quien fuera el precursor de la tendencia, Ariel Pink, Alan Palomo es tan joven que empezó a hacer música prácticamente al mismo tiempo en que digería a Todd Rundgren, New Order o The Jesus and Mary Chain, y jugaba al Nintendo.

«Un sintetizador análogo para mí es como punk», dijo hace un tiempo en una entrevista, en referencia al sonido retro y «sucio» de Neon Indian [Nota al pie: acá lo escuchan hablar en perfecto mexicano aunque, paciencia, porque la entrevistadora es bastante boba]. Es que otro de los términos asociados al sonido de Neon Indian es el de lo-fi o baja fidelidad. El sonido lo-fi se caracteriza por su rusticidad, por los beats relajados, los efectos, las voces procesadas… Y se puso de moda, básicamente, por ser una estética buscada y no el sonido que, necesariamente, puede producirse con la tecnología disponible, como sucedía en el pasado. En el caso de Neon Indian, la idea es, justamente, ser espontáneo, no buscar un sonido pulido y prolijo, y priorizar en la pureza de la canción. Alan Palomo canta bajito, y si bien le da importancia a las letras, no le molesta que no se entienda lo que canta, porque le interesa que cada uno cree su propia película a partir de sus canciones. A propósito, el cine es otra de sus pasiones; de hecho eso había empezado a estudiar antes de que Neon Indian se convirtiera en un trabajo de tiempo completo.

Cuando los primeros temas de Neon Indian empezaron a circular por Internet, los melómanos no pararon hasta descubrir quién estaba detrás de esas canciones psicodélicas, en las que se escuchaban hasta ruidos de video juegos, y de esa voz post-adolescente cantando sobre amor, desengaños, drogas y veranos. Alan Palomo fue el primero en sorprenderse. En ese momento, estaba enfocado en su proyecto electropop más convencional Vega. En un principio, la idea era editar estas nuevas canciones bajo este nombre, pero sentía que, de alguna manera, no encajaban. Vega es un proyecto mucho más pensado, con horizontes más definidos «“y por eso mismo, más acotados. La música que nacía cuando Alan Palomo se ponía la remera de Neon Indian, sencillamente, no podía llevar ese nombre, porque carecía de objetivos y directrices, excepto el de no dedicarle más de dos días a una canción. Así, menos de un mes después de aquel posteo en Gorilla Vs. Bear, terminaba de grabar su primer álbum en el piso de su departamento en Austin.

Todo lo que vino después fue vorágine. Festivales, rankings, revistas especializadas; Alan Palomo aparecía en todos lados. Cuando en las mil y una entrevistas que dió durante 2009 y 2010 le preguntaban cuáles eras sus planes, decía: dormir un poco. Se mudó de Austin a Brooklyn. Para armar su banda (semejante proyecto no podía no tener un respaldo en vivo) antes pensó: «¿Qué me gustaría ver a mí sobre el escenario si voy a ver un show de Neon Indian?»; y funcionó. Las primeras presentaciones en vivo no recibieron más que elogios.  Empezó a tocar con bandas como Grizzly Bear o Beach House; lo llamaron los Flaming Lips para grabar un EP. Todo en menos de dos años.

Independientemente de haber crecido tanto, Neon Indian sigue siendo un proyecto personal por sobre todas las cosas. Por eso, para su segundo álbum, Palomo quiso pasar un tiempo consigo mismo y buscó inspiración en los paisaje desolados de Finlandia. Se fue hasta Helsinki, alquiló un departamento, y se pasó un mes encerrado solo grabando Era Extraña. Un nombre ambiguo (¿qué o quién es la extraña si «era» no se toma como sustantivo?) para un disco que no es mucho más lineal ni excento de avatares; un ejemplo más de que, la mayoría de las veces, el producto se parece a su creador. La diferencia con Psychic Chasms es que, esta vez, Palomo sabía que había millones de personas alrededor del mundo esperando este disco. ¿Cómo lidia con esas expectativas un autodidacta acostumbrado a hacer simplemente lo que le divierte? Muy simple: «hay que dejar de googlearse y empezar a ser un artista.»

Ilustración: María Eugenia Funes.

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