Bon Iver – Bon Iver

agosto 20, 2011

Bon Iver - Bon Iver

Bon Iver

Bon Iver

2011 – Jagjaguar / 4AD

[7.5]

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La historia es bastante conocida. En 2007 Justin Vernon perdió a su novia y a su banda DeYarmond Edison. Para superarlo se autoexilió en una cabaña de caza de sus padres, perdida en el norte de su Wisconsin natal. Allí, aislado, fue que comenzó a escribir canciones y cambió su voz habitual de barítono por un frágil falsete. Concibió un rústico folk espectral, cargado de misterio y de viento, y de nieve en el viento. Llamó a este proyecto «Bon Iver«.

Pareciera que para su segundo disco, Vernon sintió que el traje de chico de pueblo que grabó un disco aislado en el bosque le empezó a quedar ajustado de hombros y decidió cambiar de forma como Proteo. Bloqueado e incapaz de encarar el proceso compositivo de la forma particular en que lo había hecho con su primer largo (sentándose con su guitarra), buscó apoyo en músicos de estudio como el saxofonista Colin Stetson (Tom Waits, Arcade Fire) y el guitarrista Grez Leiz, centrándose -como él mismo explicó-  «más en crear sonidos que en crear canciones».

En este orden de cosas, Vernon conservó de su primer disco sólo la vocalización herida y desolada y la redefinió cargándola con una profusa instrumentación: trompetas, flautas, clarinetes, arreglos de piano y sintetizadores que conciben nuevas texturas con resultados dispares. Y es precisamente aquí donde se evidencian los riesgos de autoproducirse: las grandes canciones del disco son aquellas en que los sonidos y arreglos toman con sutileza la dirección de la idea musical y la enfatizan. Es el caso de Perth «“a la cual Vernon definió como un «heavy metal de la era de la guerra civil­»-, Calgary, Towers o la memorable Holocene, grandes canciones que conforman el corazón del disco y en definitiva, lo salvan. Vernon conserva allí toda su magia.

Pero en el resto de las piezas el resultado puede no ser tan feliz: los sonidos llenan todo espacio, ahogándose unos a otros, anulándose, incluso distrayendo de la canción. En definitiva, desbaratando el impacto emocional de la voz de Vernon. La culminación del desatino llega con Beth/Rest: un soft-rock empalagoso que suena al peor Phil Collins (por no decir a Peter Cetera). Realmente desconcertante.

Si bien es bienvenida la intención de reinventarse a sí mismo, Justin Vernon ha vuelto a demostrar que menos es más, y que, por cierto, tal vez no estaría nada mal una nueva caminata por el bosque.

DEGUSTACIÓN

CALGARY