Patrick Wolf
Lupercalia
2011 – Hideout / Mercury
[5.6]
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Después de escuchar Lupercalia cuesta creer que alguna vez Patrick Wolf hizo tanto con tan poco. Bah, al menos esa era la sensación que se le transmitÃa al oyente, porque el talento y las técnicas de producción eran enormes. Me refiero a Wind in the Wires (2005), ese diario folky y espectral que supo hacer de algo tan simple, como el ulular del viento o la tensión de los cables, algo tan poderoso y expresivo. Atrás habÃa quedado aquel visceral grito de ayuda con el que irrumpió en escena «“ Lycanthropy de 2004- con apenas 20 años y una cabeza por demás perturbada, y todo parecÃa indicar que lentamente empezaba a recobrar la compostura.
Pero no. La angustia adolescente en su retirada dejó lugar para algunas actitudes y tendencias que de a poco irÃan haciendo mella en su arte. Delirios de grandeza y sed de fama en un tipo con aires de drama queen, egocéntrico y sumamente ambicioso no podrÃan generar otra cosa que un cocktail imbebible. Y eso es Lupercalia. Finalmente sucedió: Patrick Wolf derrapó y terminó revolcándose en un gran charco de pomposidad y cursilerÃa, algo que venÃa evitando cada vez con mayor dificultad y que ya se vislumbraba en algunos caprichitos de The Bachelor (2009).
Porque además el ex blondo y pelirrojo (otro signo de agotamiento: su cabellera ya no cambia de color con cada disco), ya no está soltero, está comprometido y súper enamorado. El problema es que se toma al amor de la manera más solemne y ñoña posible. Sus letras, escritas con marcador de trazo gruesÃsimo, se volvieron una mezcla de lugares comunes («Sólo el amor convierte a esta casa en un hogar») con una especie de doctrinas predicadoras del amor («El amor no sabe de limites, ve mas allá de la sexualidad»). Y si se quejan porque repito mucho la palabra «˜amor’, entonces ni se molesten en escuchar el disco.
Y la música. Acá entra eso que decÃa de la pomposidad. Violines, violines y más violines. Tantos que nos asfixiamos con sus cuerdas, porque una cosa es sonar épico y otra, retrógrado. Es tal el atiborramiento de orquestaciones ostentosas que por momentos todo se vuelve conservador: música para escuchar con la nariz parada.
Es significativo el hecho de que los mejores temas sean aquellos en los cuales Patrick no la está pasando tan bien. El primer corte, Time of my Life, rompe con el encantamiento bobo del amor para festejar una ruptura, con un gran estribillo y una de sus mejores interpretaciones vocales (eso sà que sigue impoluto e intacto). Lástima esa intro de casi un minuto de firuletes de violÃn que harÃa sonrojar hasta al melodrama más puro del viejo Hollywood. Together, de pulso disco y sintetizadores oscuros, también corta un poco con tanto empalago optimista y, hacia el final, vuelve el espÃritu juguetón a lo The Magic Position con The Falcons, más ganchera que otros temas asociados a aquel que bautizó su tercer disco, como House o The City.
«No puede haber nada peor que un disco de amor sensiblero», habÃa dicho a la prensa al explicar el nombre de su nuevo trabajo (Lupercalia era un festival del amor y la fertilidad que data del periodo de la Antigua Roma). En ese caso, Patrick querido, hubieses empezado por ponerle otro titulo. Y después, por cambiar todo lo demás.
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DEGUSTACIÓN
TIME OF MY LIFE
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