Erland & The Carnival – Nightingale

mayo 18, 2011

Erland & The Carnival

Nightingale

2011 – Full Time Hobby

[6.5]

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A diferencia de lo que pasa en la literatura, en la música se esperan rupturas constantes, el paradigma de la innovación es (o al menos lo era) altamente valorado. Seguramente esto tenga que ver con que la eclosión de lo que hoy conocemos como rock se dio en la década del 60, que el critico Christopher Booker definió como la década de la neofilia, es decir los años de la búsqueda constante de la ruptura con las tradiciones y la apuesta a lo innovador. Actualmente la idea de innovación constante, que se transformó en el motor que alimentó los cambios constantes del rock, ha entrado en crisis y ha sido reemplazada por el de la renovación

Esta reflexión introductoria es el resultado de haber escuchado en reiteradas ocasiones el segundo disco de Erland & The Carnival. Más allá de la cuestión de gustos, que es una esfera completamente distinta, Nightingale (no seamos injustos, no es el único) remite automáticamente al pasado, a algo que ya sucedió. De todos modos, porque no es incompatible, el disco tiene sus buenos momentos.

El casi supergrupo liderado por Erland Cooper (se completa con el guitarrista Simon Tong, ex The Verve y The Good, The Bad and The Queen, y el baterista de David Gilmour, David Nock) no oculta su fijación con el pasado: su segundo disco fue grabado en un barco de la Primer Guerra Mundial que está anclado en el Támesis y las letras fueron inspiradas en Dream of the Rood, uno de los poemas en inglés más antiguos que se conozcan. Para darle coherencia a esto, abundan teclados análogos, ritmos quebrados y una atmósfera orgánica que remite a los cuentos de Charles Dickens.

Lo mejor del disco llega desde los extremos. Cuando el ritmo se acelera y se acercan a la psicodelia garage, similar a la de los primeros The Coral (como sucede en Map of an Englishman, I’m not Really Here y Springtime), y cuando hilvanan delicadas melodías folk (como en East & West), el trío alcanza los momentos más logrados del disco.

Dejando de lado el comentario sobre la moda retro (ya dijimos que no son los únicos, hay casos peores), el problema de este trabajo, grabado y ejecutado admirablemente, pasa por cierta carencia emocional. Un disco que suene bien y tenga lindas canciones, con la abundancia de material que nos ofrece el mundo 2.0, no alcanza; hacen falta canciones que nos amarren al álbum, nos conecten a él. En este caso no sucede y se transforma, así, en uno de esos discos que se escucha una vez y luego uno lo olvida hasta que lo descubre un par de años después y lo disfruta…y lo olvida nuevamente.

DEGUSTACIÓN

MAP OF AN ENGLISHMAN