Arcade Fire – The Suburbs

Dejando de lado la grandilocuencia de Funeral (2004) y la dispersión temática de Neon Bible (2007), el combo canadiense firma una obra más humilde y directa en lo musical pero extremadamente intrincada en su lírica, con una trama narrativa circular llena de piruetas y guiños auto-referenciales.

El protagonista de The Suburbs «“según declararon los responsables, un joven de los suburbios de Houston entrando definitivamente en la adultez- está confundido. Con el paso del tiempo se da cuenta de que las cosas no son como él creía, o desearía. Cambia de opinión, se retracta, se desdice, pelea contra él mismo. Y las letras, las estrofas se repiten, van y vienen reflejando esta confusión; un caos introspectivo que el oyente debe desmenuzar y darle un sentido propio, algo totalmente posible -y aquí radica su mayor merito y enorme grandeza- gracias a la universalidad de los temas tocados.

Porque pese a las incertidumbres hay algo que preocupa especialmente a este chico suburbano, y es precisamente los estragos que el paso del tiempo produce en la gente (Modern Man, Rococo) y sobre todo en su ciudad, en sus calles, en el barrio donde creció. Todo cambio es pura destrucción parecería ser la premisa de The Suburbs, que se alza con una nostalgia teñida de romanticismo para lidiar con esa picadora de carne llamada Modernidad.

En la agreste y melancólica Suburban War -que es el tema que parte al disco en dos borrando de un plumazo toda esperanza que aún albergaba en las canciones anteriores para dar paso de aquí en adelante a una pesada resignación- Win Butler se desespera al pensar que mientras duerme las calles son modificadas, recontraídas, y en el highlight We Used to Wait, al amparo de un piano nervioso e insistente reflexiona: «Ahora nuestras vidas están cambiando tan rápido/espero que algo puro pueda perdurar».

Hacia el final la tristeza se vuelve sofocante con la desgarradora balada Sprawl I (Flatland) y Sprawl II (Mountains Beyond Mountains), su reverso new wave a cargo de Régine Chassagne en la voz. Aunque en un marco más upbeat igual se lamenta porque lo único que ve son shoppings, que necesita un poco de oscuridad, que le apaguen las luces por favor. Le sigue la última canción, The Suburbs (continued), que es la misma que la primera. Pero ésta es la versión de la derrota, sin rastros ya de la alegría folk con la que empieza este viaje emocional. Y así el principio y el final quedan unidos en un círculo. No podría ser de otra forma para una obra tan redonda.

Degustación:

We Used To Wait

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