Psicomágico – Cuentos Borgeanos

octubre 20, 2009
A dos años del éxito conseguido con Felicidades, la banda porteña integrada por Abril Sosa en voz, Diego López en guitarra, Agustín Rocino en bajo y Lucas Hernández en batería, presenta Psicomágico, su cuarto disco de estudio.
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Ya es una constante que el grupo desde los títulos de sus álbumes o sus canciones, intente generar algún tipo de curiosidad en el público. Alguna búsqueda, algún texto, algún libro, alguna información. Obviamente, las citas a Jorge Luis Borges (la musa inspiradora del grupo en general y del líder Abril Sosa en particular) parecen inevitables. A lo largo de los discos, se pueden escuchar lecturas de fragmentos de Historia universal de la infamia (1935) o La casa de Asterión (El Aleph, 1949). Pero también se pueden hacer presentes otros escritores, e incluso en otras facetas. Es el caso de Psicomágico.

¿Psicomágico? ¿Psicomagia? ¿Qué será la psicomagia? El curioso, se enterará de que la psicomagia es una técnica inventada por el escritor chileno Alejandro Jodorowsky a la que él define como una técnica de sanación espiritual y la concibe mediante recursos del chamanismo, el teatro y el psicoanálisis. Pero el que no tenga curiosidad, y acá está lo más valorable, no quedará afuera de la propuesta de la banda. Es que Cuentos Borgeanos no es ni intenta ser una banda elitista ni para intelectuales, y eso es lo saludable. Las letras son directas, simples y concretas. Repartidas entre máximas y preguntas, las letras de este trabajo tienden a movilizar al escucha.
«¡No te quedes ahí, despertando el ayer! ¡Despertar es seguir, animarse a caer!». Los primeros versos de Estás vivo suenan a grito, a llamado. Acompañados de una música casi épica, con una batería galopante, consecuente con la letra. Se nota el progreso de la banda, y si me apuran se nota la buena mano del productor Pablo Romero (Árbol) a la hora de los coros, mucho más incluso que en Felicidades, también producido por él. Estás vivo es, quizás, el punto más logrado del disco, y una inmejorable apertura para el mundo psicomágico. Mundo que sigue con La pregunta que, como lo indica su nombre, está lleno de interrogantes. Es interesante la relación entre uno y otro tema y como la banda (consciente o inconscientemente) retoma frases de un tema para desarrollarlo en otro. Así es como, mientras en Estás vivo hablaba de que «despertar es seguir», en La pregunta se retoma con: «hoy no quiero dormir, quiero seguir igual al amanecer».
Los once episodios borgeanos siguen con Mirar al sol, donde «no hay peor destino que callar», y Resistir, otro de los puntos altos del disco, donde según los mismos integrantes de la banda, se intenta demostrar que «hay 2 clases de personas en el mundo, las que resisten y las que no». El viaje sigue, y las estaciones se van sucediendo con La dulce espera, con una letra casi desafiante, y con una música en la que destaca el estribillo. Cajones vacíos y Un día eterno constituyen la parte más ¿nostálgica? del disco, y nos preparan para el final del viaje. Frío sigue con un poco de ese clima de las dos canciones anteriores. Pero ya no es la nostalgia el sentimiento que se desprende, la nostalgia le dio paso a la melancolía; la soledad, el no poder dormir, la mezcla de todo eso con el alcohol. Y pasó la noche, y llegó la mañana, y eso es Pequeña luz, una pequeña luz salvadora, de esperanza. Sobre el final, la última estación psicomágica, 1999, una canción dedicada a la canción, una canción dedicada a ellos mismos, un buen resumen del disco.
Un acople, pasos, una puerta que se cierra, y terminamos el viaje. Es para volver a destacar el progreso musical del grupo, a lo mejor sea en este disco donde terminaron de plasmar su identidad. No se cuál será el futuro para la banda; puedo estar equivocado pero la forma de escribir parece algo agotada (arriba hacíamos mención a la reiteración de algunos términos). Sin embargo, la mejor noticia para la banda, es que su último disco es el mejor y el más logrado. Disfrutemos entonces, del presente psicomágico.