Far – Regina Spektor

septiembre 13, 2009

Para la chica número 1 entre las preferencias del indie actual, Regina Spektor, 2009 fue el año en que eligió editar su quinto (¿ya?) álbum de estudio. Este disco representa, para ella, un paso más en su dulce mixtura de pop con una suerte de arreglo camarístico -derivado, sobre todo, de su habilidad para ejecutar el piano- y es otra estación en el métier de Regina: desmenuzar en palabras femeninas relaciones amorosas disfuncionales y dolorosas hasta intentar encontrar la quintaesencia del amor.

Dicho esto, Far no ofrece muchas novedades en el registro de la buena de Regina. Pero antes de comenzar con las palabras de rigor, dejemos algo establecido: sí, Regina Spektor canta hermoso. Ya, ya está dicho, listo. Con esto aclarado podemos decir que, al menos por lo expuesto en este álbum, no hay mucho más en el registro de Spektor que eso: una belleza inherente, una habilidad pasmosa para manejar su caudal (que, por cierto, es prístino como el agua) y pasearlo por toda clase de simpáticos enreveses (Eet es el ejemplo perfecto de lo que digo). Mucho tiene que ver -me arriesgo a decir- esta bellísima voz en el éxito de la Spektor.

Porque las canciones están bien, pero cantadas por otra voz estoy seguro que no destacarían entre las cada vez más interesantes aventuras de Kate Nash o Lily Allen, solistas que al menos se animan a salir de su zona de confort en pos de experimentar y ampliar su ángulo de acción. Regina, en cambio, parece estar comodísima sentada en el living de su casa, al comando de su piano y escribiendo uno tras otro papeles carbónicos de conmovedoras odas como Blue Lips (en definitiva, el punto cúlmine de este Far). Y no está mal, no me malinterpreten: lo que sucede es que se trata de un esquema de fácil agotamiento, y siendo este ya el quinto disco de la Spektor es comprensible que este one-trick pony que es la moscovita nos empiece a aburrir.

Especialmente si no abandona ese modo de composición monocorde más que en momentos donde le hace un guiño directo al pop (Folding Chair, por ejemplo), a sabiendas de que es una pileta que siempre estará repleta de agua para ella. La Spektor necesita que alguien le diga que está bien experimentar, arriesgarse a salir de ese lugar que -sabemos ya de sobra- le sale fantásticamente bien. Si bien es algo que debería ser natural en casi cualquier artista, Regina no parece demostrárnoslo, al menos no en Far: se trata de un disco sencillo, orientado más al pop más que cualquiera de sus otros trabajos (la canción más oscura del disco, Machine, es una canción de los Beach Boys comparada con cualquier tema de Begin To Hope) y donde Regina ya, lamentablemente, empieza a cansarnos.

Pero esto que estoy diciendo quizás sea una consecuencia natural de su postura «anti-folk». ¿Cómo puede un músico ignorar sus raíces? Es decir, ¿cómo puede Regina Spektor negar a Joni Mitchell, siendo que ésta debería ser su maestra en las artes de la canción femenina? Lo que la Spektor necesita es dejar de negar y empezar a aprender, salir de la comodidad de su penthouse neoyorkino y sus amigos y obsecuentes de turno y jugársela. Ojo, también puede seguir en la suya, haciendo discos como Far. Pero que después no se queje si su vocecita ya no nos llega como antes.