Isla de Caras: «Ya definitivamente no es un proyecto personal»

enero 31, 2019

Todo empezó con un par de quiebres, como las cosas importantes. Lautaro Cura había finalizado su carrera universitaria y terminado con una relación amorosa de cuatro años. Se fue de viaje, volvió y grabó su primer EP bajo el nombre de Isla de Caras: Todo lo sólido se desvanece en el aire (2017). Pero con los meses, el proyecto solista fue convirtiéndose en una banda. «Ya definitivamente no es un proyecto personal y yo me siento mucho más cómodo en esta dinámica de lo grupal», me cuenta Lautaro. Y al toque reflexiona: «Me agarró una anti-individualidad cada vez más pronunciada. Creo que también como una evolución propia del espíritu.« Isla de Caras evolucionó en espíritu y cuerpo. A Lautaro Cura y Nicolás Teubal (también en Agrupación Capitán) se incorporaron Salvador «˜Chapi’ Colombo de Bandalos Chinos en la batería y Francisco Nicholson de El Zar y Silvestre y la Naranja en el bajo. Con esa formación grabaron Chango (2018), su primer disco.

Una vez te pidieron que definas a Isla de Caras y lo hiciste simplemente con la palabra «pop». La movida pop en Argentina está rebrotando fuerte, pero ¿qué te pasa con esas etiquetas?

En la música, y debe pasar en otras artes también, la gente necesita categorizar o encasillar para entender. Me parece que los seres humanos, producto de que nos entendemos a través del lenguaje, le ponemos nombre a las cosas de manera sistemática. Y nuestro entendimiento del mundo, del que no tenemos un carajo de idea, funciona todavía en cajoneras porque necesitamos organizar la información para poder procesarla. Algo que me gusta de Louta es que él habla del disco «antigénero», de querer destruir las etiquetas y dejar de intelectualizar o racionalizar la música y sentirla.

A mí me parece que la palabra «pop», por lo poco que leí de periodismo musical, le da nombre al formato canción. Por eso siento que es pop. A mí me nacen más estribillos que estrofas, compongo a partir de los estribillos. Generalmente escupo melodías con letra. Agarro la guitarra y al primer acorde que meto ya trato de insertar la idea, como de escupir a ver si sale algo. El 90% de las veces no sale nada, pero la mayoría de las canciones salieron así: toda la melo y la letra juntas.

En tu Soundcloud personal tenés algunos demos, maquetas, inéditos, rarezas…

Sí, ese es mi pasado más lo-fi. Y también mi presente, porque subí algunas cosas nuevas. Me gustaría en algún momento explotarlo más porque tengo amor por la canción lo-fi grabada en cuatro o seis canales. Hay un disco de Guided By Voices que a mí me flasheó mucho. Se llama Alien Lanes (1995), tiene 28 temas de treinta segundos y me acuerdo de salir del colegio, ponerme los auris y decir «uy qué masa». Hay una canción que se llama «˜Chicken Blows’ que en un minuto logra emocionarme muy intensamente. Es como un gran estribillo. Tiene estrofa, puente y estribillo pero es una gran melodía.

Como que las melodías del mundo están ahí y capaz que nuestro lugar como músicos es tratar de ser el canal para devolverselas a todos. Eso es lo que pasa con la música popular, sentís que es algo que ya estaba ahí y lograste conectar. Y me parece que lo popular se vuelve a definir y redefinir constantemente. Es un género en formato de pregunta porque las cosas que representa van cambiando. Está bueno re-preguntarse qué es lo popular cada 5 o 10 años. Hoy el trap es también música pop y el lenguaje ya nos queda vez más corto.

Yendo a Chango (2018), ¿por qué la decisión de grabar un álbum en esta época de repleta de singles?

Siento que es un disco que tiene significado como disco y no como compilación de canciones porque capturó algo que estaba en ese momento, una experiencia humana vital.

Si bien las canciones nacen de mí, Islas de Caras se fue transformando en una banda, en una interacción humana y fuimos abrazando esa idea. El disco fue el producto de esas interacciones y la decisión de decir: «en diciembre nos vamos una semana al campo con estos 10 demos y vamos a ver qué pasa». Nos fuimos los cuatro a Luján, a Estudio Los Pájaros, y nos quedamos 7 días. Y ahí hubo cosas capturadas de esa experiencia, como mostrarle «˜Me Avanzo’ por primera vez a Chapi, el batero, y que la toque de una sobre la maqueta. Y esa primera toma quedó. También por eso me parece que no hubo mucho enrosque en el disco, el EP lo habíamos laburado dos años. Al álbum lo grabamos y nos juntamos durante un mes casi todos los días con Teubi, el bajista, y listo. Después lo mezclamos con Mati Cella que nos salvó la vida porque hizo sonar el disco como teníamos en la cabeza, lo potenció y le dio un upgrade de sonido espectacular. Entonces el disco es eso, esa semana de nuestras vidas capturada en lo que se escucha.

¿Y cómo piensan el vivo después de producir y grabar los temas?

Ese era un problema que teníamos al principio porque los primeros singles los habíamos hecho todos en la compu con mucho VST, que son sonidos emulados de un sintetizador real. Éramos tres en ese momento y se nos complicaba un poquito más porque era todo una simulación. Tocábamos una batería electrónica, yo cantaba y Teubi tiraba algunas pistas o tocaba algún sintetizador según el tema. Lo que tiene Chango es que está grabado por cinco personas reales, nosotros cuatro y Santiago Martínez, un amigo que colaboró con la mayoría de los teclados. Entonces no hay una traducción o pérdida de información del disco al vivo, es lo mismo. Lo que suena en el vivo es el disco.

La tapa del disco está buenísima, ¿cómo la trabajaron?

La tapa la trabajamos con Lucila Taba, que para mí está haciendo las mejores portadas de Argentina. Al lado del estudio Los Pájaros teníamos un loro que cuando salíamos a fumar repetía todo lo que decíamos, fue como nuestra mascota. En enero hubo una tormenta muy fuerte y el loro no se la bancó, entonces queríamos traerlo de nuevo a la obra. Le dijimos a Lu: «queremos que haya un loro en la tapa.» Le pasamos una foto del loro y ella hizo su magia.

Esa portada tiene algo de tropical y el disco tiene algo de eso, sobre todo en la percusión. «˜Tiempo’, el primer track, empieza con timbales cumbieros…

Era un amague (risas). Igual grabamos percusiones para todo el disco sin saber demasiado lo que íbamos a hacer. Pero era diciembre, estábamos cagados de calor, llegamos al estudio y había djembé, congas, bongos. Entonces dijimos: «grabemos todo y después vemos si los usamos o no.» De hecho hay congas que grabamos para un tema y al final no las usamos, pero después en Ableton las pitcheamos y las pusimos en otro. Hay muchos detalles que grabamos en el estudio porque sabíamos que podíamos hacerlo.

¿Y qué se viene para Isla de Caras?

Ya tenemos maquetas de temas nuevos y muchas ideas. Tenemos ganas de hacer algo un poco más raro en cuanto a ritmos. Escuché un EP, que recomiendo mucho, de un chabón que se llama Baba Stiltz, un sueco del sello Studio Barnhus. El pibe es raro porque es un bailarín de ballet que hacía música en su cuarto. Decidió dejar el ballet, que es una disciplina muy exigente, y dedicarse a la música. Él es DJ y productor de música electrónica, pero cada vez más se fue alejando más de la electrónica de 4×4 y bombo en negras. Y sacó ese EP con mucho sample, toda la bata partida. La música parece que se derrite, la que es una guitarra pasa a ser una batería, una cosa rarísima.

Siento que en Chango (2018) nos abrazamos a la canción más tradicional y ahora tenemos ganas de hacer algo más experimental.

 

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