Dormir por mil años

octubre 28, 2013

Los diferentes colores hechos de lágrimas que The Velvet Underground prometía en la oda sado Venus In Furs se pueden ir haciendo realidad ante las noticias que llegaron ayer: Lou Reed, una de las mentes más talentosas e innovadoras del siglo pasado, falleció a los 71 por cuestiones que todavía siguen sin salir a la luz (hace unos meses recibió un transplante de hígado). La comunidad artística de todos los puntos cardinales llora al tipo que acercó los pensamientos oscuros y rebuscados a la canción de rock radial.

«Lou, ¿por qué nos dejaste?», pregunta Morrissey desde True To You para luego despacharse con unas líneas del corazón acerca de su ídolo y amigo para cerrar bien clarito: «La vida apesta». Y después llora David Bowie desde su sitio con una simpleza que deja a todos callados: «Ã‰l era un maestro», acompañado de una foto de ambos, creadores de casi toda la música que te gusta el día de hoy.

Hay que agradecer que Reed haya llegado al mundo. Problemático, calentón y quilombero, jamás se conformó con lo que venía de arriba. Buscó, arañó y dañó para lograr que sus fantasías más perversas tengan una forma de expresarse. La hoja en blanco sería la respuesta. Desde la peor calaña del peor Nueva York (el que no tenía Starbucks pero le sobraba heroína), en donde se unió a The Velvet Underground y se mezcló con todos los estallidos del movimiento pop, tocando acerca de inyectarse, fantasías bisexuales o esperar el dealer mientras una serie de imágenes psicodélicas se proyectaban sobre su rostro de piedra y sus gafas negras.

El nacimiento del punk debe haber ocurrido ahí, mientras él demostraba que la música se podía corromper de maneras divinas para expresar de una manera hermosa lo horrendo que en realidad es el ser humano. Llevando a los charts temas increíbles que en otra época serían asesinados a piedrazos y dando un gran batacazo con su carrera solista: Transformer, Berlín y Sally Can’t Dance (’72, ’73 y ’74) generando una triangulación perfecta con Bowie e Iggy Pop (épocas de Ziggy Stardust y The Stooges).

Y hasta el día de hoy era un misterio con apariciones de todos los colores, poniendo la voz en Some Kind of Nature de Gorillaz (incluido en Plastic Beach) o haciendo una obra difícil de tomar junto a Metallica y el mal afamado Lulú.

Ayer se fue uno de esos artistas que todos deberían escuchar al menos una vez, sacando la idea snob del «todos somos fans cuando se muere» y revisando con respeto que la música que escuchamos hoy tiene cimientos firmes. Lou construyó esa obra grandiosa durante décadas enteras, hoy la tenemos a nuestra disposición.