Colaboraciones que hicieron Historia

noviembre 28, 2011
«Ningún álbum que tenga a sus escuchas corriendo por la habitación, pidiendo a gritos el cese de la flagelación o alterándose al punto de romper la maldita cosa,  puede ser acusado -al menos como resultado de horas de trabajo puestas en la creación de algo original- de falta de contenido emocional» – Lester Bangs (revista Creem, 1975).


 Pocos años después de la separación de The Velvet Undeground y consagrado como uno de los cantautores prodigiosos de su época, Lou Reed decidió sacar un disco que «“a pesar de tenerlo a ese crítico de rock, mezcla de mito y zarpado, como su defensor cuando todos se dedicaban a destrozarlo-  pasaría a considerarse como el más flojo de su catálogo. Metal Machine Music es una grabación módica y caótica de una hora de duración que en los inicios de la mitad más ruidosa de los 70s, sonaba a demasiado ruido. «¿Dónde quedaron las canciones a lo Walk on the Wild Side o Perfect Day?», se preguntaban los aún enamorados de Transformer (1973). Hoy, el neoyorquino vuelve a protagonizar  un relato similar, esta vez, acompañado  por los cuatro apóstoles del metal que también conocieron el enojo de sus fans en algún momento  («¡se vendieron!», les dijeron al escuchar la acústica de Fade to Black en 1984).

Amenazando desde el humo (quizás demasiado) con comerse al mundo, el engendro nacido de una de las uniones musicales más raras de todos los tiempos y bautizado como Lulu, nos fue revelando su identidad de a poco. «Es un matrimonio hecho en el Cielo», declaró hace unos meses acerca de su colaboración con Metallica, dando a entender que estábamos a la espera de un disco mesiánico. Ahora, con los más puristas apuntando a la cabeza de los músicos y los simples curiosos aún en estado catatónico, resulta inevitable preguntarse: ¿Qué quisieron hacer estos cinco tipos juntos?

Nos haya dejado contentos el resultado final o no, decidimos celebrar su carácter histórico (innegable para bien o para mal) y remitirnos a esas otras ocasiones en que dos potencias han chocado en el estudio para entregarnos un pedazo de la Historia en formato de disco. A continuación, les traemos las cinco colaboraciones made in heaven favoritas de Rocktails.

Un disco imponente para shows de estadio;  así lo está probando por estos días la dupla. Sonando majestuoso y sin escatimar en costos o calidad, no por nada decidieron catalogarlo como «luxury rap». Los sampleos de íconos del soul  como Otis Redding, James Brown, Curtis Mayfield y Nina Simone son prueba de los lujos que incluye el material, sin contar a los pesados nombres en la producción (Pharrell Williams, RZA, Q-Tip, Swizz Beats) o las participaciones estelares de Beyonce, Frank Ocean, Kid Cudi, Bon Iver y la inglesa Elly Jackson (La Roux). Sin embargo, el término también parece estar cargado del sarcasmo tajante que los caracteriza y que acá los llevó a reflejar el lado oscuro de la fama y el dinero en el rapero de manera paródica: Niggas in Paris es el ejemplo perfecto de esto, con Jay-Z diciendo «yo también estoy shockeado, debería estar entre rejas» y West tirando una de las tantas frases matadoras del disco: «sofisticated ignorance, I write my curses in cursive» (algo así como «ignorancia sofisticada, escribo mis puteadas en cursiva»).

Hermes,  Platón, María Magdalena en el caño, las gemelas Olsen, un Axl Rose negro, Marilyn Monroe, Basquiat, Warhol, Picasso, Michael («Jackson, Tyson, Jordan, Game 6, vos elegí»), Louboutin, Gucci. Sólo ellos pueden mezclar tanta referencia en un mismo trabajo y salir ilesos. No todo igualmente roza la obscenidad graciosa (y  hasta ofensiva para aquellos que les saltaron encima diciendo «¿cómo se atreven? Estamos en recesión y ustedes hablando de tomar champagne y andar en un Mercedes Benz«);  Jay paga tributo al entorno latino en el que creció (Made in America), hablan de la violencia entre afroamericanos (Murder To Excellence), cuestionan «porqué todos los icónos lindos siempre son blancos» (That’s My Bitch), se plantean cómo educar a sus futuros hijos (New Day), manchan de sangre las puertas del Coliseo preguntándose «¿qué es un dios para un no-creyente?» (No Church In The Wild) y  se recuerdan porqué hoy comparten el reinado y deben cuidarse el trono mutuamente (Why I Still Love  You).

 

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Bajo el seudónimo Sparklehorse, Mark Linkous se dedicó a desnudar todo aquello que atormentó su cabeza a lo largo de cinco trabajos inundados de un surrealismo mágico hasta su muerte en mayo de 2010. Una de las tantas veces en que se encontró tocando fondo y recluído por su adicción a las drogas, su manager le regaló algunos discos para intentar reavivarle el amor por la música y uno en particular «“hecho por un confeso fan suyo- lo lograría. Se trataba de The Grey Album, mush-up sublime que combina lo mejor de The Beatles con lo mejor de Jay-Z y que terminaría de posicionar a Danger Mouse como uno de los productores más solicitados de la industria. Se iniciaba así una relación de admiración mutua que llevaría al hombre de las consolas y mitad de Gnars Barkley a trabajar en Dreamt for Light Years in the Belly of a Mountain (2006), el LP regreso del músico cuyo miedo declarado siempre fue ser «demasiado pop».

«Esas canciones hermosas que descartamos porque no te sentías muy bien poniéndoles la voz… ¿por qué no conseguimos que otros las canten?», eso fue todo lo que tomó el nacimiento de Dark Night of the Soul, ambicioso proyecto que, concebido bajo la idea de querer hacer algo juntos que no se pareciera en nada a sus trabajos individuales, contaría con un desfile de artistas invitados por el estudio (Wayne Coine de The Flaming Lips, Gruff Rhyms de Super Furry Animals, Frank Black de Pixies, Julian Casablancas, Iggy Pop, James Mercer de The Shins, Nina Person de The Cardigans, entre otros) encargándose de encarnar las letras  y con el gran David Lynch en calidad de cómplice a cargo de traducir las historias de dolor, venganza, guerra, sueños retorcidos y amor enfermo en una serie de fotografías fieles a su estética. Aunque su aporte iba a ser más que nada en lo visual, al bromear con cantar, los músicos «“enamorados de su voz desde escuchar el soundtrack de Inland Empire- se lo tomaron en serio y lo terminó haciendo en dos canciones. Uno de ellos es el track homónimo que, escrito por él mismo, decidieron tomarlo como título del disco, ya que «La Noche Oscura del Alma» parecía resumir lo que inconscientemente lo subyace. Si bien la ley sostiene que cuando un artista muere, su obra se magnifica, el suicidio de Linkous no es lo que hace grande a este trabajo, aunque sí le aportó un elemento sombrío: parece imposible escuchar esa canción final sin que el frío te recorra el cuerpo. La voz fantasmagórica de Lynch entona una especie de profecía en blanco y negro que, sin saberlo, relata la escena que lo tendría en un callejón de Knoxville, Tennessee, terminando con su vida de un disparo al corazón.

 

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«En abril de 2009, Brandon Stosuy de Stereogum.com me pidió que toque en un show a beneficio en una biblioteca de Nueva York. Le dije que sí. Le pidió lo mismo a Björk. Luego nos preguntó si queríamos colaborar juntos para el evento. Ella me preguntó qué debíamos hacer y respondí «˜no sé, me encantaría escribir algunas cosas nuevas para que las cantemos juntos’. Y dijo que sí». Palabras de David Longstreth, líder de los Dirty Projectors, que no terminan de explicar en qué momento surgió lo de hacer algo inspirado en el sonido de las ballenas, propuesta a la que sólo alguien como la osada islandesa podría acceder. Ah, acá viene la explicación: «en el mismo mes, Amber (Coffman) estaba por Mount Wittenberg -al norte de San Francisco- mirando al océano y vio una pequeña familia de ballenas, como es usual por esa zona. Escribí algunas canciones sobre eso y se las mandé a Björk, que aceptó hacer la parte de la ballena madre. Amber, Angel (Dedoorian) y Haley (Deckle) cantaron la parte de las ballenas bebés y yo me encargué de la del humano parado ante la naturaleza». Un año después, los cinco volverían a la Housing Works Bookstore para grabar el material de la manera más rápida y cruda posible, convirtiéndolo en Mount Wittenberg Orca y destinando las ganancias a la National Geographic Society, ONG dedicada al cuidado ambiental.

Contado así puede sonar a algo cuyo destino podía ser únicamente y sin escalas al fracaso total, pero estamos hablando de quien se animó a rockear un vestido de cisne en una alfombra roja de los Oscar y una banda de folk experimental que se toma lo de «experimental» muy en serio y, habiéndose codeado ya con grandes como David Byrne y The Roots, una colaboración de este tipo con la estrambótica dama parecía ser el progreso mismo. El grupo de Brooklyn, de hecho, venía de hacer Bitte Orca, un disco medio raro pero muy bien recibido (escucharlo es fácil y complicado a la vez) del cual este EP sería una extensión o,  como lo ponen ellos, «la hermana menor y más sexy».  Es que Mount Wittenberg es un ciclo de canciones»“veinte minutos en los que los siete tracks parecen camuflarse entre sí-  que tiene toda la energía puesta en lo vocal, tan bizarros como en los coros presentes en Bitte pero más hipnotizantes. La instrumentación queda relegada a un simple y aún así perfecto acompañamiento acústico,  totalmente apto para una biblioteca-café, lugar para el cual se gestó todo en un principio.

Si bien no llega a ser un trabajo tan extraordinario como algunas de las cosas que han logrado por separado, es un ejemplo de cómo se hace para fusionar dos backgrounds tan distintos y sacar de ello algo interesante. Tomá la sugerencia de Longstreth y «no lo escuches en esos parlantes chiquitos de la computadora; ¡ponélo en un buen equipo y reventá esa mierda!».

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¿Cuántos habrá en el mundo en este momento sampleando el sonido de una pollera de cuero siendo arrugada o pateando un balde de metal con la convicción de ser el próximo genio de la música avant-garde? Una  película como Untitled (2009) puede hacer del sarcasmo algo trágico y abrir interrogaciones como esta. ¿Acaso Brian Eno y David Byrne eran conscientes de su genialidad utilizaban una caja de cartón y un sartén para lograr que las bases de percusión suenen «más exóticas»? Si la transgresión ocurre por accidente, el disco que nos ocupa ahora es un glorioso tropezón.

Grabado en el periodo de auge del new wave, con el ex (céntrico) miembro de Roxy Music a cargo de la producción de los grandes álbumes de Talking Heads, My Life in the Bush of Ghosts puede considerarse como el mejor trabajo de ambos. Si bien la idea original era que realizar algo que se presente como  una especie de cultura imaginaria, el proyecto  fue convirtiéndose en un collage vibrante lleno de toda clase de elementos étnicos y una obsesión por los ritmos africanos en particular. Sintetizadores, líneas de bajo afro-funk, riffs post-punk, elementos del dub y  toques  de ambient componen las capas y capas de sonido sobre las cuales se asientan las joyas preciadas de la obra: la madre de las razones para atribuirle un valor épico al disco es por ser el primero en utilizar samples sobre una base rítmica. Llamados a la radio, cánticos musulmanes, sermones evangelistas  y hasta una ceremonia de exorcismo son las únicas voces presentes («cuando las personas hablan apasionadamente, hablan en melodías», explicaría Eno). Tracks como America is Waiting (en el que un anfitrión radial de San Francisco resume de manera apocalíptica el ocaso del gobierno de Reagan) y The Jezabel Spirit («¿escuchás voces? Sí, entonces estás poseída», dice el hombre que lucha con el demonio) son impecables demostraciones de lo que pueden hacer estos dos exploradores musicales juntos.

A principios de los 80s, My Life in the Bush of Ghosts pudo no haber sido comprendido del todo, sonando a algo fuera de su tiempo y espacio. Lo cierto es que fue el gérmen de todo lo que vendría después. La electrónica, el hip-hop y la world music hoy serían géneros muy distintos sin un antecedente como éste.

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Grabar un disco hermoso junto a tu esposa, ver la nueva película de David Lynch (hay algo en Inland Empire hace a los músicos tomar decisiones extrañas durante su proceso creativo), limarla, decidir poner todo el material en reversa y sacarlo así. «Hey, chicos, eso es en verdad el disco. No hay trucos ni conceptos, sólo nos gustó mucho así. No estamos decepcionados y esperamos que ustedes tampoco», tuvo que aclarar el miembro de Animal Collective cuando muchos de los fans, emocionados al escuchar algunas de las canciones originales tocadas en vivo en la web, pensaron que lo que ahora conocían como Pullhair Rubeye se trataba de una broma de la pareja de loquitos.

Avey Tare (A.K.A. David Portner) no es precisamente conocido por hacer música de manera ortodoxa, sino por la experimentación realizada junto a su colectivo animal. No es raro que como compañera haya elegido a alguien como Kría Brekkan (Kristín Anna Valtýsdóttir), la chica de Islandia que, habiendo liderado esa banda de dream-pop llamada múm, conoce bastante sobre ritmos poco convencionales. Sin embargo, el álbum que sacaron juntos es lo no-ortodoxo y no-convencional llevado al límite. A base de un piano, guitarra acústica y sus voces, en su «estado natural» es una pieza sumamente bella, relajada y soñada. ¿Por qué distorsionar hasta su más mínimo detalle convirtiéndola en algo desesperante y hasta casi insoportable? «Ofrecemos esto porque creemos que es algo especial (tanto como las canciones pasadas para adelante) y diferente de lo que pueden escuchar por ahí. Nos gustan las texturas y las melodías y, realmente, pensamos que es algo que nuestro público puede digerir. Si hubiera creído que sólo era un «˜disco ruidoso’, no hubiera salido», dijo él.

Para quienes ya no lo hicieron, escuchar ambas versiones de este trabajo (método hágalo-usted-mismo a través de un buen programa de audio o recorriendo la blogósfera) puede ser útil para averiguar el por qué de su grandeza. Sino empiecen por Sasong, esa canción que dada vuelta suena como si Alvin y Las Ardillas pasadas de alucinógenos hubieran apretado sin querer el botón «Rec». Pullhair Rubeye es una rareza que sencillamente pide ser escuchada sin juicio previo; sólo hay que estar preparando para una experiencia bipolar.

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«Es lo mejor hecho en la Historia por cualquier persona», tiró muy humildemente Lou Reed sobre lo hecho con Metallica durante los preparativos de su salida. Arriba, cinco (de las tantas) razones para, al menos, dejar sus declaraciones como pregunta abierta.