Pagamos más por menos

noviembre 24, 2011

El sábado pasado se anunciaron las fechas para uno de los tres festivales musicales más importantes que se celebran en nuestro país y finalmente el Quilmes Rock 2012 tomará lugar en el estadio de River Plate los días 3 y 4 de abril. Para sorpresa de los espectadores, la organización del festival no incluyó el menospreciado sector VIP, pero de todas maneras puso a la venta entradas a un valor irrisorio. De esta forma, los que quieran «disfrutar» a Foo Fighters, MGMT, Arctic Monkeys, TV On The Radio, Crosses y Band Of Horses, entre otros, deberán abonar un mínimo de 410 pesos y ver el show desde muy lejos ¿Prefieren ir al campo? Bueno, entonces tendrán que pagar más de mil pesos. El inexplicable cobro por service charge, los line-ups sin sentido y el constante toqueteo al bolsillo del consumidor se sigue repitiendo en Argentina, mientras que en los países vecinos les dan el cuádruple de espectáculos por el mismo precio ¿Hasta cuándo las grandes empresas van a continuar aprovechándose de nuestro fanatismo?

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Los ejemplos están todavía tibios. El Personal Fest y el mega recital de Pearl Jam sucedieron hace sólo unas semanas y, más allá de ser noticia por el poderío musical de las bandas, el comentario común entre los concurrentes fue para la pésima organización de los eventos. El odiado sector VIP fue la chispa que encendió la llamarada de furia. Es que pagando el doble de lo que cuesta la entrada más barata se obtiene el acceso a un sector preferencial que divide el campo popular en dos. De esta forma se vuelve a la simple regla, los que tienen mucho la pasan bien y los que tienen poco (o no tienen ganas de gastar tanto) ven el show desde lejos… como pueden.

El Quilmes Rock 2012 sorprendió al anunciar la inexistencia del campo VIP pero al poco tiempo de entender el sistema de entradas al evento es fácil percibir que todo es un gran campo VIP. La entrada al campo general sale 510 pesos para cada fecha, así que los que quieran ver a sus ídolos de cerca en ambas ocasiones deberán abonar más de mil pesos en entradas. La entrada más económica cuesta unos 205 pesos por día y da acceso a la popular del fondo del estadio, donde el show se ve de muy lejos y se escucha aún peor.

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¿Los precios son el único problema? No. La grilla de bandas también es otro ejemplo de cómo las empresas lucran con el fanatismo. El 3 de abril arranca el festival y las presentaciones principales son Foo Fighters, MGMT, Crosses y Band Of Horses. Al otro día la cosa sigue y se repite el show de la banda de Dave Grohl sumado a Arctic Monkeys y TV On The Radio.

Entendemos que hoy en día Foo Fighters es una de las bandas de rock más importante del mundo. No llama la atención que sea el plato principal de cualquier festival pero, ¿por qué encabeza los dos días? Teniendo en cuenta que MGMT y Arctic Monkeys comparten público, ¿no sería lógico que también compartan fecha? La única triste respuesta que se le ocurre a este redactor es que los organizadores se abusan porque saben que con tal de ver a las dos bandas, el público pagará por ir a ambas fechas.

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La cultura nacional de mirar al resto del mundo para comparar lo que nos sobra y nos falta es una falencia muy grande que tenemos. «En Suiza te multan por tirar basura en la calle», «en Estados Unidos a los chorros los matan», «en Japón si cortás una calle te cortan las piernas», son muletillas fáciles de escuchar en boca de cualquier héroe de la clase media. Por un momento, les propongo que me lean y noten como me contradigo. Ahora sí, miremos para afuera. En el mismo fin de semana que se anunció el line-up del Quilmes Rock 2012 sucedió lo mismo con el Lollapalooza chileno, probablemente el festival de música más grande de Latinoamérica que tiene lugar en el Parque O’Higgins (Santiago de Chile).

Todas las bandas que se presentarán en el festival argentino también lo harán en el chileno, salvo que este también incluye, como mímino, 25 propuestas más en las que se destaca Björk, Thievery Corporation, Friendly Fires, Foster The People, Peaches, Calvin Harris, Tinie Tempah, Illya Kuryaki and the Valderramas y Cage The Elephant.

El precio por asistir el 31 de marzo y el 1 de abril a ver esta enorme cantidad de bandas es de 60 mil pesos chilenos, que en moneda argentina serían unos 480 pesos. Así es, lo que cuesta la entrada al campo general de un día al Quilmes Rock es más caro que la entrada general a las dos fechas del Lollapalooza del país vecino. De esa forma es más barato tener más espectáculo a tan sólo menos de 1500 kilómetros de Buenos Aires y con tan sólo dos días de diferencia.

Los que quieran cruzar La Cordillera para vivir el triple de bandas por la mitad del precio tienen que calcular unos 199 dólares en viaje ida y vuelta en avión y estadía en hostel a partir de los 70 pesos ambas noches.

El paquete en total promete viaje, entradas y estadía por aproximadamente 1500 pesos. ¿Qué espera del otro lado? Un festival organizado en serio, con una grilla decente y un sector vip que no entorpece la experiencia del campo general. Los que pueden hacerlo, deberían considerarlo, la diferencia económica es poca.

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«El público argentino es el mejor del mundo» es una frase que se le escuchó decir a más de un músico internacional de renombre. El fanatismo que tenemos nos jugó en contra. Más allá de ser queridos por las grandes bandas del mundo, les dimos de entender a un grupo de empresarios que vamos a pagar lo que sea por ir a un recital. No importa el campo VIP, el empleado de seguridad que te roba el encendedor para después venderte fósforos, pagar varias veces para ver lo mismo, los precios desorbitados, los estacionamientos caros, la comida mala, las escasez de agua potable, el pésimo sonido y el menosprecio a las bandas locales emergentes. Vamos a seguir yendo a esos tres festivales organizados por esas tres empresas. Vamos a seguir cantando canciones de cancha agitando nuestras remeras y, como siempre, en el backstage los señores de las productoras Fenix Entertainment Group, Time 4 Fun y Popart van a estar contando varios billetes. Ojalá algún día les empiecen a faltar los de todos esos que terminan decidiendo no regalarles más dinero y, con mucha bronca acumulada, dejan de ir a sus «recitales».