ARTISTA DESTACADO: Björk

agosto 5, 2011

A Björk le causa gracia cuando ve sus discos en la sección «World Music» ¿Qué sería «World Music»?, se pregunta. ¿No somos todos parte del mundo acaso? ¿O el mundo es todo lo que no es Estados Unidos y Gran Bretaña? ¿Y si las cosas hubieran salido de otra manera? Si en vez de eso que pasó hubiera pasado otra cosa, que haya provocado otra, y así por los siglos de los siglos, hoy el mundo ¿no sería distinto? En un mundo de otras características Björk, quizás, no sería considerada una excéntrica (aunque esa excentricidad esté legitimada hoy en un punto). Si el mundo fuera distinto, serían otros países, otras ideologías, otras religiones, otras personas las que establecerían el límite entre lo legítimo y lo ilegítimo, lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo. Tal vez hasta ni existirían tales puntos referencia; tal vez no existirían las religiones, o los países incluso. Probablemente en un mundo distinto Björk no desencajaría. Pero, afortunadamente, no todos los que desencajan se privan de vivir el mundo según su modo de verlo.

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Dejo este puerto
Adiós a la ciudad
Sus habitantes parecen contentos con Dios
No tolero que juzguen entre el bien y el mal


En Islandia, la mayoría son rubios y de ojos claros, como la mayoría en los países nórdicos, claro. Cuando era chica, a Björk le decían «China girl» por sus rasgos asiáticos. Björk siempre llamó la atención. A los cinco empezó a tomar clases en la escuela de música de Reikiavik, su ciudad natal y capital del país. Le enseñaban música clásica, maestros con la vista puesta en la Alemania del siglo XVIII. Pero algo no le cerraba ¿Por qué la obligaban a relacionarse con una tradición que no era la suya? Cuando pensaba en eso tenía nueve o diez años. El director la llamaba a su oficina y ella le discutía la forma en que estaba organizado el colegio; se quejaba porque el método de enseñanza era demasiado académico y no entendía la música clásica. (En esa época ya se le había ocurrido la idea de crear una línea de bajo que fuera un péndulo controlado por la gravedad.) Hoy cree que, entonces, los alumnos tenían mucho para decir y para dar, pero el colegio no les enseñaba a encontrar su propio estilo.

Unas cuantas decisiones de terceros llevaron a que en 1977, cuando tenía once años, Björk grabe un disco mayormente de covers. Era una niña precoz, de rasgos exóticos y voz asombrosa, ergo, oro en polvo. El álbum vendió bien y le ofrecieron grabar otro, pero ella se negó; de hecho ni siquiera le habían preguntado si quería grabar el primero, y eso le dolió.

Llegaron los ’80 y con ellos los coletazos del punk. Pero no tenía sentido «“al menos no para Björk»“ hacer punk (o post-punk) ahora no con la mirada en Alemania sino en Camdem. Había que hacer canciones que hablaran de cómo era caminar por las calles de Reikiavik; había que traducir su realidad en canciones, y además, sonar islandeses, no extranjeros. En 1986 Björk tuvo a Sindri, su primer hijo, y el mismo día formó con unos amigos «“uno de ellos, el padre de Sindri»“ The Sugarcubes (en un principio fue Sykurmolarnir, pero vamos, ¿quién puede pronunciar ese nombre en una radio inglesa o estadounidense?). La banda encajó; le gustó a la gente indicada en las ciudades indicadas, y eso en este mundo significa fama mundial.

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La sed de confort
Sofoca el alma
Implacable, la inquietud
Me libera (me deja en libertad)


Llevaba una buena vida. Vivía en un país, a su modo de ver, paradisíaco; cantaba en una banda y le iba bien. Pero no alcanzaba. Björk había estado escribiendo música y buscando sonidos desde que se negó a grabar aquel segundo álbum. Se sentía una cobarde por esconder sus canciones y creía que era hora de arriesgarse de verdad. La separación de los Sugarcubes en 1992 la dejó sin compromisos y con un nombre implantado en la escena. Había que ponerse a trabajar. Probablemente a esa altura ya había escrito Army of Me (Post, 1995): Autosuficiencia, ¡por favor!  / Y ponte a trabajar / Y si vuelves a protestar / Te las verás con un ejército de mí. La canción finalmente no fue incluida en su primer disco solista (de esta nueva etapa), Debut (1993).

Haciendo una lectura muy pacata podríamos decir que es fácil  vender millones de discos y hacer shows avant-garde si con un chasquido de dedos se tiene un arsenal de instrumentos a medida, se convoca a los mejores músicos para colaborar en un álbum, y se logra interesar a Michel Gondry o Spike Jones para dirigir los videos. Pero llegar a construir esa estructura lleva años y muchísimo trabajo. Y si el objetivo de Björk hubiera sido simplemente convertirse en estrella y ganar millones, en principio, ¿quién podría culparla? Pero de haber sido así, ¿no habría sido más fácil frenar después de Homogenic (1997), o después de pasar por la pantalla grande con Dancer in the Dark (2000), cuando ya tenía toda la fama y el reconocimiento de su lado? Para entonces ya le había pegado a una periodista, había ido a los Oscars con un vestido de cisne y puesto huevos sobre la alfombra roja, habían intentado matarla y el Primer Ministro de Islandia le quería regalar una isla ¿No habría sido mucho más fácil dedicarse a dar entrevistas, sacar greatest hits y vivir de los derechos de autor, enarbolando la bandera de la no piratería a lo Metallica? Desde luego que sí. Pero Björk no podría, porque la pasión por los sonidos la desborda; porque ya a los treinta y cinco dijo que se tenía que apurar porque le quedaban sólo cincuenta años para poder hacer toda la música que tenía en la cabeza. Y si de algo sirve el dinero y el reconocimiento, que sea para alcanzar los medios para crear más y más sonidos; tal parece ser la funcionalidad de la fama para Björk. Pero ni siquiera con todos los recursos a mano su trabajo se puede tornar sencillo y rápido. Cuando es tanto lo que se tiene para dar «“tanto que en Vespertine (2001), por ejemplo, cada una de las canciones está conformada por entre 40 y 120 fragmentos de sonido»“ el proceso de creación de un disco se transforma en un trabajo de hormiga, «en mosaico», diría ella. Un trabajo que puede llevar dieciséis horas por día y años de exploración  y clasificación de sonidos.

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Wanderlust! Un deseo implacable
Wanderlust! Quitaremos las capas
Hasta llegar al centro


En un mundo donde existe un «idioma universal», a Björk siempre se le presentó un obstáculo: tener que hablar en  inglés. Si ya de por sí, para el común de los mortales, comunicarse resulta algo poco menos que imposible, ¿cómo puede esta mujer explicar su visión del mundo, que es su música (o su música, que es su visión del mundo) en un idioma extranjero? El lenguaje no es simplemente un instrumento de comunicación, y muchísimo menos existen equivalencias exactas entre los distintos idiomas. Puede haber aproximaciones, semejanzas, pero nunca una equivalencia rigurosa. Y si hablar es mucho más que decir palabras; es una forma de vivir el mundo que nos rodea, que tiene que ver con un pasado, una historia, ¿cómo se puede hacer una traducción sin que el sentido se modifique aunque sea un poco?

Por eso escucharla a Björk en una entrevista produce una sensación de extrañeza. Porque toda la inmensidad, la voluptuosidad, la audacia que transmite al cantar desaparece cuando habla, y se transforma en una timidez demasiado humana como para venir de ella. Una vez dijo que al hablar sentía que estaba intentando pasar el océano por una bombilla («tal vez porque no soy muy buena hablando»), pero que con los sonidos eso no le sucedía, porque «el mundo de los sonidos puede abarcar todos los niveles emocionales.»

Cuando empezó el proceso de grabación de Medulla (2004), Björk no tenía demasiado claro el concepto del álbum; de hecho el nombre Medulla (médula, que en sus distintas acepciones y usos tiene que ver con ir a la esencia, a lo profundo) no apareció enseguida. Las canciones estaban, pero no la convencían; le sonaban demasiado unidimensionales. Entonces empezó a quitar los instrumentos hasta que sólo quedaron las voces; así las canciones funcionaban mejor, al parecer. Finalmente decidió que el álbum sería enteramente vocal. Claro, a esa altura cualquier cosa que hiciera, aunque resultara incomprensible (dos o tres canciones que para el oído común tienen la solemnidad de un himno, según ella, son canciones cómicas y divertidas), vendería millones.

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¿Me había imaginado que sería así?
¿Era algo así lo que deseaba?
¿O querré más?


Después de tanta introspección, Björk necesitó hacer algo más visceral; algo que la llevara de vuelta a los escenarios, recuperar los ritmos. Con Volta (2007) se permite ese retorno, sumándole además activismo político a las letras. Eran tiempos de guerra en Irak, de revueltas en el Tíbet; la coyuntura lo exigía. La gira en presentación del álbum fue grandilocuente, tanto que al finalizar, Björk se dijo que sería la última vez que haría algo de tanta magnitud. Para su próximo disco se tomaría su tiempo, haría algo más personal y minucioso, al estilo Vespertine.

Finalmente, Biophilia sale el mes que viene y el proyecto es cualquier cosa menos austero. Con este álbum Björk pareciera querer combinar todas sus obsesiones y todos los (aparentemente) opuestos: arte y ciencia; lo orgánico y lo electrónico. Islandia es un país muy avanzado en tecnología, biotecnología, inteligencia artificial y demás. A Björk le interesa ese contraste entre la rusticidad de un país que está siempre a merced del clima (24 horas de día en verano y 24 horas de noche en invierno, terremotos, tormentas de nieve, glaciares, volcanes, sismos, géiseres…), y la modernidad que se ha alcanzado en los últimos años.

Biophilia «“que significa amor por la vida y los seres vivos»“ será lanzado en distintos formatos; además del formato físico convencional, aparecerá una versión del álbum para iPad, que incluirá una aplicación interactiva para cada tema del disco. Por ejemplo, la aplicación del tema Virus mostrará virus atacando células sanas, y todos los movimientos corresponderán con la música. La idea es que las aplicaciones sean un componente vital del proyecto del álbum, que la aplicación sea a la música lo que la música a la idea. Desde luego, los encargados de diseñar las apps son los mejores del mundo. Björk los reunió en su restaurante preferido de Islandia y ellos «“normalmente competidores»“ se ofrecieron a trabajar gratis y repartir las ganancias si el proyecto funciona.

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Wanderlust! De isla en isla
Wanderlust! Unidos en el movimiento
Wonderful! Estamos juntos


Intentar reconstruir  (¿o deconstruir?) con palabras una personalidad tan ambivalente como la de Björk desafía cualquier virtuosismo retórico. Porque no bien se encuentra un giro lingüístico que se aproxima a lo que uno quiere decir, el personaje se vuelve a escapar y pareciera gritarnos de lejos que no, que a decir verdad, no es tan así.

La mayor parte de su trabajo Björk lo hace en soledad. Hay un proceso de búsqueda y exploración de sonidos, y otro de clasificación y organización frente a una computadora. Hay momentos al aire libre, en contacto con la naturaleza; y otros puramente ermitaños. La niña y la adulta. El costado académico y el espontáneo. La solitaria y la que necesita tanto del otro que puede llegar a confundirse con él (entrar en comunión, en un punto, es más o menos eso). Pero no cualquiera puede hacerlo; sólo una persona muy generosa puede dar y permitirse recibir.

Cuando Björk elige con quién quiere trabajar y se reúne en una habitación o donde sea a grabar, se entrega completamente, como si esa parte del álbum fuera lo único que se permite dejar librado al azar: «Puedo ser muy disciplinada conmigo, pero no tengo ningún interés en controlar las colaboraciones, porque si supiera exactamente lo que quiero lo haría yo misma. Si involucro a otras personas es porque quiero sorprenderme.», dijo hace unos años en una entrevista.

Y el involucrarse no se limita a la relación entre las personas y al habla. Björk es de los que entienden a la raza humana como una raza animal más («we’re fucking animals»), y quizás por haber crecido en un país donde la naturaleza se manifiesta de tantas formas durante todo el año, su relación con ella no es utilitaria sino más bien de identificación. Durante el proceso de creación de Medulla, por ejemplo, grabó voces en la playa, y al grabar con las coristas les hacía imaginarse que eran insectos o pájaros.

Pero esa concepción algo romántica de la relación entre el hombre y la naturaleza no se queda en eso. Para Björk el idealismo puro no sirve para nada. Por eso hace unos años, después de la crisis económico-financiera que golpeó a Islandia (hubo corralito, quiebra de bancos, default, millones y millones en deuda acumulada; todo eso de lo que entendemos nosotros en Sudamérica) y que el gobierno pretendía revertir aumentando la producción de aluminio en el país, co-fundó Nattura, una organización que lucha por la preservación del medio ambiente en Islandia y colabora con proyectos empresariales sustentables.

El camino fácil no es nada más que eso: fácil; pero no lleva demasiado lejos. Seguir levantando plantas de aluminio es mucho más fácil que apostar a empresas chicas y con ideas innovadoras. Aprovecharse de ser un nombre instalado en la escena y seguir haciendo más de lo mismo es mucho más fácil que reinventarse en cada nueva producción. Protestar porque la descarga de música daña la industria es mucho más fácil que admitir que los tiempos cambiaron, las herramientas son otras, y que hay que trabajar para  ver cómo se puede conjugar todo eso a favor de uno. Ya sabemos de qué lado de la disyuntiva está Björk.

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Ilustración: María Eugenia Funes

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