Las chispas encienden llamaradas

octubre 22, 2010

¿Qué hacer con una realidad cuando apesta? Cambiarla. Tal es el ejemplo de los chicos de 133, un colectivo de skaters que impulsan la olvidada cultura del «hacelo vos mismo», y construyeron las superficies que necesitan para poder patinar optimamente. Todo esto en espacio público, para todos, a plena luz del día, sin apoyo del Gobierno de la Ciudad y con insumos que ellos mismos consiguen. Acá tenés su historia y un documental de lo que fue El Cajón De Cemento, una historia para tener en cuenta a la hora de quejarse.

El skateboarding moviliza masas enteras a lo largo del país. Lejos de ser un deporte, la tabla con cuatro ruedas se transformó en un estilo de vida que saca de sus casas a chicos y grandes para hacerlos surfear, volar, caerse, lanvartar y seguir surfeando el cemento de las metrópolis.

Pese a que el skate se estableció en Buenos Aires hace ya tres décadas atrás (pregúntenle a Walas de Massacre sino), el espacio público que nuestras tierras ofrecen para los skaters es pésimo. Hay muy pocos skateparks (playas con rampas y barandas) de pésima construcción, las plazas no están preparadas para recibir el paso de las tablas y la sociedad excluye a los patinadores (aquí entran en juego los porteros de edificios, guardias de seguridad privada y la misma policía).

A raíz de quejas que no llegan a ningún lado por culpa de la burocracia eterna que nuestro nefasto Gobierno de La Ciudad acostumbra o la mala predisposición para ayudar, surge la idea de 133 y su misión para hacer (en este caso) de la Plaza Bernardo Houssay un spot para poder patinar mejor.

Los chicos juntaron plata, compraron cemento, ladrillos y los llevaron hasta el lugar donde se juntan. Con nada más que sus conocimientos y su buena predisposición, construyeron un bloque de cemento en medio de la plaza para poder utilizar en sus pruebas. Tras un árduo trabajo dejaron todo hecho para que se seque y se fueron a casa con una sonrisa sabiendo que al día siguiente no sólo ellos, sino todos los skaters concurrentes de la plaza tendrían condiciones más optimas para andar.

Volvieron por la mañana y encontraron la peor imagen. Un cobarde había destrozado todo el labor realizado y arruinó y convirtió todo en escombros sin vida.

Poco les importó este capítulo nefasto y automáticamente volvieron a reunir plata, compraron material más resistente y reconstruyeron el cajón caído. Esta vez  se quedaron a patrullar todo el aburrido proceso de secado para que ningún «vivo» se anime a jugar de vándalo.

¿El resultado? Un cajón de cemento perfecto para que las tablas deslicen sus pruebas rebuscadas que como resultado generen el festejo de todos los presentes. Esta vez es imposible que cualquier gil se acerque a romper lo que la iniciativa de los chicos de 133 habían construido. Nada de excusas, trabajo duro y un resultado hermoso. Ganaron los buenos.

Este ejemplo no sólo debe expandirse a toda la comunidad skater nacional, sino a toda aquella masa oprimida por la falta de opciones. ¿Faltan lugares para tocar? Salgan a las calles con los instrumentos y enloquezcan a todo el mundo. ¿Faltan murales para pintar? Decoren cuanto rincón de la ciudad parezca aburrido. ¿Todo siempre está mal y ya te quejaste de más? Hacé algo para cambiarlo. Hacelo vos mismo, porque el Gobierno no te va a ayudar.
A continuación el documental a cargo de 7Capas acerca de la historia de los chicos de 133 y el preciado labor con el cajón de cemento:

Y si hacés click acá podés leer online el fanzine que realizaron con la explicación de los pasos a seguir para cumplir con la hazaña.

Ahora que viste esto, ¡salí a la calle y hacelo vos mismo!