Entrevista con Manuel García

agosto 25, 2010

(Chile) – Manuel García, aquel trovador que muchos colocan a la cabeza del nutrido contigente de músicos solitarios que forjan su ideario con la fuerza de la guitarra. Pues bien, las ideas hechas al basurero, porque en García hay bastante más que esto. Su reciente álbum, S/T, demuestra un artista en absoluta inquietud musical y social. Autor de tiempo completo. Rocktails se acerca al autor de Témpera y toma nota.

-Tu nuevo álbum, S/T, demuestra una evolución, con más guiños al rock, más presencia de músicos, más nutrido. ¿Cómo lo concebiste y qué propósitos tenías con él?

-El disco tiene una diferencia fundamental, aunque se hermana en algunos aspectos con Témpera, ya que quien lo compone deja una huella que es imborrable y que viene de la personalidad del compositor. Esto de hecho lleva a muchos músicos a autocopiarse o autocitarse como si hicieran un solo trabajo, constantemente; en el caso de ST, en general, el enfoque y esencia del disco, los instrumentos usados y la manera de usarlos no tienen antecedentes. Para mí hacer un álbum se relaciona con una necesidad de expresar, un diálogo interno que sólo puede ser expresado a través de la música, que comienza como una intuición y se convierte en algo concreto, y pasa por el misterio de componer y hacer. Si bien es cierto uno siente un rumor de lo que es un disco tampoco tienes la noción exacta de cómo quedará cuándo lo termines. Este ST nació porque existía una música que quería salir de mí que se empezó a manifestar en mis composiciones, que encontró antiguas música que había escuchado; empecé a valorar cierta música que comenzaba a hacerme sentido. El disco tiene su propio camino y sonido ya que se fueron reuniendo los ingredientes para que fuera así; un disco aparece cuando tiene que aparecer, sin obligación de que tengas que sacar un álbum al año o porque ya tienes un estilo definido del cual no quieres salir. En mí caso, se reúnen ciertos lenguajes que me dicen que ya es hora de sacar un disco.

-¿Has tenido en este proceso la influencia de algún artista en particular, algún tipo de música?

-Sí, muchísimo. Siempre me ha hecho sentido desde niño escuchar este cruce que existe entre diversos tipos de música, por ejemplo, cuando Paul McCartney canta Bésame Mucho o a Jorge Drexler hace un tema de Radiohead o Café Tacuba versiona a Leo Dan. Son situaciones en que la música, a pesar de que se llene de modernidad, bebe agua de las raíces. Este disco hace tiempo que me venía haciendo sentido, música que estaba enraizada en la canción de amor, simple y hermosa, como las que te comento. Es una música que va transformándose por el ritmo, las voces. Por ejemplo, de niño, me gustaban mucho los Platters, después por mi formación y la música que fui haciendo este tipo de arreglos no tenían cabida. Lo veo como un fenómeno físico: comienzas trabajando con elementos más inmediato y en la medida que te alejas, comienzas a vincularte con referentes más antiguos. Por ejemplo, en ST es muy importante el pandero, los coros, el piano, los distintos timbres de bajo, la forma de cantar sin forzar a la altura de la voz o al volumen en la tímbrica. Todo esto va creando una masa, una especie de orquesta: ya no es el solista ni la banda de rock y esta orquesta medio tradicional, que es cruzada por las letras que pueden ser a veces más crípticas, psicodélicas o surrealistas.

Ahí está Vida Mía, donde se trastocan las sensaciones, como ocurre en García Lorca: brillan estrellas en la sangre, en fin. En este camino comienzas a asimilar tus referentes como la Violeta, Radiohead, Atahualpa Yupanqui, Pink Floyd; todo puesto en otro contexto sonoro que se vincula con la música que va siendo parte de tu formación y que, por alguna razón, la desdeñas o colocas en una segunda fila; referentes como Lucho Barrios, las orquestaciones de Camilo Sesto, los punteos de José Feliciano, los Ángeles Negros. Ahí estaban Leo Dan, los Beatles, la música romántica. Por ejemplo, en Vida Mía buscaba que los bajos sonaran como los de Hot Chocolate, que sé no le gustan a muchos pero yo era muy fan de niño. La mayoría de la música que cité en ST yo la tenía grabada en cassettes llenos de polvo. Cuando compuse Queda lo que quema, que tiene un trozo a lo Elvis Presley, medio rockabilly, nunca dejé de pensar que era una especie de Luis Dimas psicodélico y te lo digo con mucho respeto a esta música. Y si no lo conectase de esta forma, estaría negando una raíz interna.

-¿Es como pensar de alguna forma qué hubieran hecho esos artistas de cruzar hacia otros ámbitos?

-Claro, qué pasaría si a Luis Dimas le hubiese dado por leer a García Lorca.

-Es también en tu caso, como cantautor, el hacerte cargo un poco de rescatar y pesquisar ciertos elementos y sonidos, y no solo vincularse con los colosos de la música chilena, como la Violeta Parra, Víctor Jara…

-Sí, investigar, no rescatar en el sentido de que lo yo que rescato es válido, pero sí investigar. Recuerda que la Violeta y el Víctor (Jara), también se nutrieron del canto campesino y de las orillas, el canto que no era bien visto en los círculos de le élite que pautaban la moda. Como artista, uno se va dando cuenta de que lo que se va quedando en la orilla es un torrente importante; no hay ninguna obra de un artista sabio que no haya mirado hacia los bordes, donde está esta sensación de lo popular, que comienza en un verso o una artesanía y puede terminar en una escultura como el Miguel Ángel, pero queda que partió de un verso, una artesanía.

Hay que tener la cabeza abierta, de todos estilos que se consideran menores, a veces el pueblo tiene la magia de transformarlos. Yo escuchaba a Lucho Barrios, por formación familiar lo encontraba picante, y después comencé a valorarlo. Años después, cuando comencé a frecuentar a pescadores, campesinos, gente que comenzó a ser parte de mi obra, se comenzó a conectar con otros sentidos, con sus formas culturales. Aprendí a tener cuidado con la música que escucha el vecino, Si vas por el prejuicio, te puedes equivocar muchísimo. No todas las posibilidades en cuanto a arte se cierran porque uno lo diga. La mitad de la gente que pensó e su momento que el punk era mero ruido ahora deben tener en su colección varios discos de este estilo, que, claro, se fue abriendo y nutriendo hacia otros ámbitos. Aparecieron referentes imprescindibles

-En tu disco hay distintos tipos de historias, algunas más públicas, otras privadas. Hay una canción, Piedra Negra, es que parecieras hablar del contexto en que vivimos, ¿qué intentaste visualizar?

-Yo me lancé nomás al hacer la canción. Uno comienza a escribir una estrofa, pero no sabes cómo serán las siguientes, es como jugar dentro de un laberinto donde no sabes a dónde llegarás. Pareciera que hubiese un laberinto sin salida, el nihilismo, ya que no hay una repuesta para atacar esta piedra negra, que puede ser casi la piedra filosofal, el qué de la vida, el leit motiv, lo que tenemos que descubrir para vivir mejor la vida en este siglo XXI. Pero sí la canción deja una puerta abierta frente a la que estamos todos, cantando frente a esta interrogante sobre cuál es el camino; si yo mencioné a la política, la filosofía, el arte, pues bien queda la sumatoria de las fuerzas sociales que se conectan con cada una de éstas propuestas, pero que en el fondo posee una libertad propia que tiene la sociedad de crear sus propias herramientas de respuesta: puede ser desde la olla común, hasta el movimiento obrero en algún país, hasta el sindicato, los grandes movimientos sociales de la tierra en Chiapas, esa fuerza es la que no está mencionada en la canción, y en la que yo creo más ahora.

-Es algo así como la capacidad de moverse tras un propósito…

-Esto se construye en el día a día, y sin necesariamente recurrir a la religión o a las respuestas del arte; de la política ni hablemos, queda fuera de esto. Por ejemplo, el terremoto, la recuperación física, emocional y espiritual es dura, pero varios artistas que han viajado a las zonas más afectadas me han contado que se ha generado una magia comunitaria: la gente volvió a hablar con su vecino, a través de la olla común, gente que decía que hace tanto tiempo no se reunía con su vecino, compartían un fuego, tocaban la guitarra, se contaban historias. La tragedia permanece, pero al menos hay paso a una visión. Por aquí va el camino de la canción.

En el disco hay preocupaciones inocentes y otras más severas, y una cosa que me interesa muchísimo era reencantarme con Chile. Busco un Chile para mí, mi familia, y espero poder compartirlo con otros; no propongo un Chile para nadie, pero sí lo busco en medio de esa sensación de que vamos perdiendo algo, de preguntarnos qué somos, en fin. Yo fui a buscar al patio de atrás, al de los cachureos. Es como cuando estás aburrido de tu casa, tu pieza, y decides ir a comprar un mueble, una lámpara o, por el contrario, te vas al baúl de la abuela, al cuarto de los cachureos y empiezas a escarbar. Esto no significa nostalgia, en ningún caso.

-¿Se relaciona con volver al origen para replantear una identidad, un camino?

-Levantamos una piedra y aparece nuestra identidad. El enfoque actual del hombre debe incorporar el hecho de que estamos en el siglo XXI. Estamos en el borde de una nueva era, con todo lo que nos ha ocurrido en el siglo pasado a cuestas: las guerras, el desarrollo de las tecnologías y los medios de comunicación. Ahora estamos en jaque con el medio ambiente, con una cultura diferente en los niños, con el pulgar acelerado que toca y toca botones; es una suerte de limbo, un momento en que pisamos hacia atrás, nos quedamos estáticos en el presente, o avanzamos. Y, creo, el avance pasa por rescatar y revalorizar ciertas cosas. Hay mucha gente que está es eso: rescatando el amor por el cómic, por manifestaciones culturales propias del siglo XX, pero ahora en formato tridimensional, mejorado. Es más de lo mismo, solo una revisión del siglo XX. Lo que viene debería sorprendernos, pero los cambios son tan paulatinos que nos moriremos sin darnos cuenta de ellos. Sin embargo, pienso en gigantes como Atahualpa Yupanqui, gente que con pausa pensó su época, y ellos sí tuvieron la capacidad de darse cuenta de ciertas señales. Es el juego de la observación, de sentir. El arte te da la facilidad de lanzarte nomás, con unas notas, una intuición, te puedes encontrar en un camino dialogando con otro.

-¿Cómo observas la escena actual de la música popular chilena, su evolución, las propuestas que existen, su madurez, el papel que han jugado los medios de comunicación?

-Veo que la música se refleja de acuerdo a la inquietud popular. Hay un pueblo que ha decidido salir a escuchar a las plazas, adonde sea necesario ir, y esto ha ayudado en la nueva configuración de los mercados que han tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías, a la distribución, a las plataformas, a la crisis de los sellos. Los públicos están respondiendo, hay una retroalimentación. Esto implica que la aparición de cualquier patipelado con guitarra ya no es vista con el prejuicio sino con más cuidado. Se internalizó que el artista chileno puede ser importante, tanto los legados de gente como la Violeta o Víctor (Jara) como el trabajo que se hace a partir de ellos. Mi inquietud pasar por informarme y escuchar música. Por estos días, hay un álbum que me ha gustado especialmente que grabó Carlos Cabezas: un disco doble, uno con boleros y el otro de canciones más pop y actuales. Son dos trabajos muy logrados y que abarcan parte importante de la experiencia musical chilena actual. Te das cuenta que Chile ha logrado catalizar y creer en una forma de arte y creer en ella. Cuando uno viaja por ahí, se percata que los músicos chilenos tienen harto que decir; fíjate en bandas pop como Teleradio Donoso, en los Tiro de Gracia en hip hop; cómo han reinventado la cueca gente como Truekeros. O músicos grandes como Eduardo Gatti, en fin, se asoma un panorama bastante grande. Te das cuenta que perfectamente pudieron ser artistas internacionales, con su debida difusión, pero el ser chilenos los dejó en un terreno más desconocido por todo ese cuento del autoreconocimiento que nos es un poco esquivo, pero esto ya está cambiando, afortunadamente. Pareciera ser que hay un acuerdo de amor entre el público y el artista, que ya no pasa por si se es exitoso o no, si el artista se muere de hambre o no. Es un comienzo, aún pueden ocurrir muchas cosas más.

-¿Percibes que la música es cada vez más importante para el público chileno, en cuanto a rescatar identidad o hallar sustento emocional?

-Ha habido ciclos de cueca que se han llenado de público. Artistas muy nuevos que apenas tienen un año ya tienen convocatorias universitarias, y esto es claramente una valoración. El tema es que todo lo que tiene un momento muy álgido puede tener también una curva descendente y aquí hay que tener cuidado, ponerle pegamento para que no nos movamos de allí y no perdamos el combustible. Y esto pasa por la responsabilidad de los artistas, que se den cuenta de lo que ocurre y lo que reciben del público, de que no siempre ha sido así, y de que el público mantenga esa sed.

Hay que ser fieles a esa corazonada, a tu raíz, porque si no, pasa lo que vemos a diario, a lo que estamos expuestos: mucha televisión, demasiada información indescrifrada. Hay que distinguir y preservar el instinto natural de preservación de la cultura, no impuesto a martillazos, sino de forma espontánea.

A continuación, te dejamos un clip para que disfrutes de Manuel García.