Chau River

julio 30, 2010

No, el equipo millonario no se fue (todavía) al descenso, pero lo que sí descendió fue la posibilidad de volver a disfrutar de un espectáculo de rock en el estadio Monumental, que fue clausurado para eventos de espectáculos debido a las fuertes vibraciones que los saltos de la audiencia generaban durante los shows.

Para entender esta increíble resolución de parte de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad hay que remitirse a un ejemplo. Supongamos que Skay Beilinson comienza los punteos del tema Ji Ji Ji y la multitud enardecida comienza a saltar como si el tiempo y el espacio perdieran sentido (si, eso a veces pasa en un recital). El salto sincronizado de la audiencia provocaría vibraciones en el piso que, según estudios cientificos, generaría temblores semi sísmicos en hasta 3 kilómetros a la redonda.

El resultado es muy simple. Vecinos de uno de los barrios más caros de la ciudad se enojan porque 10 noches al año la pared hace un ruido molesto y a las pocas horas una horda de mal vivientes (que seguro no estudian, ni trabajan) se retirarán a sus casas  provocando desmanes y poblando las tranquilas calles de Núñez.

También, según expertos, éstas molestias son capaces de producir ataques de pánico, mareos y vomitos.

Es entendible que  vivir cerca de un estadio donde se llevan acabo actos masivos no sea lo más cómodo, pero tampoco es muy difícil asimilar que el gran escenario nacional, dónde se vivieron noches inolvidables de música y emociones, simplemente cierre sus puertas sin ningún tipo de esperanza de que haya otro al menos parecido (no digan Vélez, ni el Estadio Único, no son lo mismo).

Por el momento la única pequeña ventana que se abre es la posibilidad de realizar los shows con público totalmente distribuido en butacas numeradas y controlando que nadie se pare a tentar la escala de Richter.
En la redacción de Rocktails preferimos no quedarnos con rencor por esta noticia y sí recordar al Monumental con uno de sus tantos momentos gloriosos: