(Chile) – A veces se torna abrumador vivir en Chile. Como ser parte de una transversal disfunción que hace que muchas cosas pierdan valor, integridad, permanencia. Un paÃs que es a veces, muchas más de lo saludable, presa de una ingravidez perversa, fruto del patetismo, la frivolidad o el arribismo. Un paÃs que guarda dentro de sà ambiciones tan desmesuradas que sólo entrever una posibilidad remota de cumplirlas los transporta a un ensueño donde todo se ve descuadrado, amorfo e insulso. Por esto hay que apagar el televisor, leer poca prensa y salir de la ciudad. Y por esto también hay que ir a ver Congreso; porque reconforta, porque nos vinculamos con otro paÃs, ese que ellos llaman el que no aparece en la foto, el de los bordes, el de las historias pequeñas y callejeras, alejadas de la infesta saturación del obcecado triunfo que nunca llega.
Ya son 40 años de una música impecable, de un derrotero ejemplar, y el vigor sigue intacto, tan asÃ, que han lanzado un nuevo álbum, Con los ojos en la calle; qué tÃtulo tan atinado para definir lo que ha hecho la banda: salir y observar, tomar apuntes de cómo caminamos, de cómo lloramos, de cómo conversamos una cerveza, usted, el lustrabotas, el suplementero, la gente que se sube y baja de una micro cargando historias de un peso feroz.
Siempre han sido los mismos, a pesar de que los asistentes del hemiciclo han cambiado varias veces, sin que los sustitutos destiñan; pero siguen los congresistas mayores: Sergio «Tilo» González y Francisco «Pancho» Sazo. El primero, un compositor impresionante, con ya treinta años al mando de la nave; Sazo, algo que podrÃamos llamar un acólito republicano. Y entre ambos, manejan y tejen el milagro. Una música sin timidez, gentileza del Tilo, que bebe del pop, del jazz, del rock, de lo docto, y del folclore latinoamericano, sin perder la identidad y el gesto propio. Y Pancho, un gentilhombre que habla de un Chile que echamos de menos, con cadencia, elegancia y dignidad, gustoso del chiste paradójico y del detalle que a veces da escalofrÃos, como cuando nos comenta que una canción del nuevo disco llamada N.N habla de un indigente al que unos imbéciles le quemaron los pies muriendo poco después en la asistencia pública.
Congreso fueron grito de revolución en los primeros setenta; espÃritu se sobrevivencia en los años más horribles de la Dictadura; soplo de rebelión en los ochenta; entrecejo atento a las vicisitudes de un desarrollo con más dudas que certezas, en los noventa. Hoy, la confusión no se los lleva por delante, y la lucidez no decae.
Y el nuevo disco es un gran repaso del ideario de la banda. No hay novedades, y por qué habrÃa de haberlas; el mismo Tilo ha reconocido que el grupo navega ahora por aguas tranquilas. Hay muchas historias tristes, entrañables, atroces y desopilantes. Y hay una música que no cansa; que se cuela con esa tan indispensable cuota de humanismo auténtico, de búsqueda libertaria más allá de cualquier fin ideológico, y de defensa de algo que no se puede perder de vista: la vida está ahÃ, en la calle, a nuestro lado, simple y vibrante, no en la fatuidad grosera que nos quieren hacer tragar dÃa a dÃa. Viejos y queridos amigos, que estos regresos no cesen nunca, su música es albergue y vuelo. Gracias y hasta muy pronto….